esta buenisima esta web chil http://www.elmundotoday.com/2010/01...ajo-como-sicario-hago-de-profesor-particular/
Esto merece ser preservado. Tras meses de busqueda encontré que un alma caritativa se tomó el trabajo que yo mismo estaba a punto de realizar a falta de una fuente confiable: Transcribió la Selecciones de 1974, referente a Enemigo al Acecho de William Craig. Dicho documento es perfecto y no debe ser perdido. Sin mas se los dejo: Spoiler Revista Selecciones. Enero 1974, por William Craig ------------------------------------------------------------------------------ LA BATALLA DE STALINGRADO (sintesis) El barranco de Tsaritsa es una agreste hondonada que atraviesa la ciudad de Stalingrado. Antiguo lecho de un rio, de unos 60 metros de profundidad, baja bruscamente hacia el Volga, en cuya sinuosa ribera occidental se asienta la urbe. La Plaza Roja, su centro, no dista mucho del barranco donde solo hay maleza y basura. Muchos años antes, algunos aseguran que por orden expresa de Stalin, el Ejercito habia construido un fortin en aquella garganta, protegido por puertas a prueba de bombas y excavado muy profundamente en la vertiente norte del barranco. Para ser una instalacion militar rusa, el interior resultaba elegante. Los muros estaban recubiertos de chapa de roble; tenia hasta un retrete con agua corriente. Parecia el sitio optimo para establecer un cuartel general. Pero el 9 de septiembre de 1942 el Ejercito lo evacuo. Desde fines de agosto los alemanes sometian a Stalingrado a un fuerte bombardeo aereo y artillero, y gran parte de la ciudad ya estaba en ruinas. Una semana antes dos ejercitos alemanes habian hecho contacto, formando un semicirculo en torno a ella, y empezaban a penetrar en los suburbios. Los morteros alemanes bombardeaban el barranco sin cesar. Algunos dias antes se habia incendiado un deposito de petroleo, y las llamas incineraron virtualmente el puesto de mando. Nikita Jrushof, que posteriormente gobernaria la Union Sovietica, era entonces comisario politico del primer ministro Stalin ante el consejo militar establecido en el fortin. Presionado por los militares, Jrushof telefoneo a Stalin para explicarle que tendrian que evacuar el barranco y emplazar un nuevo puesto de mando al otro lado del Volga. Imposible!, protesto iracundo Stalin, Si la tropa se entera que el comandante ha abandonado a Stalingradom la ciudad caera. Pero Jrushof repitio sus argumentos, hasta que Stalin cedio, con la condicion de que se asegurara que la ciudad restiria. Pero tal cosa distaba mucho de ser una certeza. Antes de salir del fortin, Nikita llamo al general Golikov para indicarle que se quedase como enlace con el ejercito 62 ruso, unica fuerza de combate disponible para impedir a los alemanes tomar a Stalingrado. Tres dias despues, el 12 de septiembre, el general Friedrich von Paulus, comandante del Sexto Ejercito aleman, que atacaba Stalingrado, volaba a Vinnitsa, ciudad ucraniana, donde Adolfo Hitler habia establecido su cuartel general en una cabaña de troncos. Paso varias horas con el Fuhrer estudiando el frente de Stalingrado. El comandante afirmo que la toma de la ciudad era cuestion de dias. von Paulus tenia 51 años de edad, y era el paradigma de general aleman. Estaba impecablemente limpio y elegante a toda hora. Usaba guantes en campaña, porque aborrecia ensuciarse las manos. Adiestrado para cumplir con su deber, se mantenia al margen de la politica. Consideraba a Hitler un jefe excelente y, despues de verlo conquistar la mayor parte de Europa, lo tuvo por genio militar. A pesar de las enormes perdidas causadas por el frio y la encarnizada resistencia de los rusos, los alemanes se apuntaron nuevos triunfos en 1942. Al mando de Paulus, el Sexto ejercito inicio su campaña rusa en la primaveray conquisto rapidamente varios miles de km cuadrados en Ucrania. A fines de junio avanzaba por la estepa contra Stalingrado. Machacados por la inexorable maquina de guerra germana, muchos sovieticos, empavorecidos, engrosaban las multitudes de desertores. Centenares de miles se pasaban al enemigo; muchos millares mas huian del frente. A Paulus le parecia que aquello daba la razon a Hitler: era el jefe invencible. Concluida su conferencia con el caudillo, Paulus ceno aquella noche con el general Franz Halder, jefe del estado mayor. Los dos viejos amigos hablaron de la triunfal campaña de verano mientras brindaban con un buen vino. A diferencia de Paulus, Halder consideraba con ciertas reservas la "invencibilidad" de Hitler. Desde hacia varias semanas no dejaba de recordar al Fuhrer que las señales de desintegracion de los rusos eran ilusorias. Moscu aun estaba en pie; Leningrado se aferraba desesperadamente a la vida; el enemigo no estaba derrotado. Ademas, el jefe del estado mayor opinaba que la campaña del invierno anterior habia desangrado a Alemania. Cerca de 800.000 hombres yacian enterrados en suelo ruso. La mayoria de las divisiones alemanas estaban reducidas al 50 por ciento de sus efectivos. Unos meses antes escribia Halder en su diario: "La tendencia cronica a subestimar la capacidad del enemigo esta asumiendo proporciones grotescas. Cualquier trabajo serio es imposible". Sus consejos no lograban mas que irritar a Hitler, quien sostenia con arrogancia que los rusos se tambaleaban y estaban a punto de recibir el tiro de gracia. Los selectos ejercitos del Tercer Reich jamas habian sucumbido en el campo de batalla. El plan original de Hitler no señalaba la captura de Stalingrado. Sus fuerzas, que comprendian el Sexto de Paulus y otros tres ejercitos, debian avanzar hacia el este, a traves de la polvorienta estepa, hasta la linea del Volga, de donde virarian al sur para dirigirse a los campos petroliferos del Caucaso. Pero el Fuhrer altero los planes en julio, al recibir un informe de sus servicios secretos de que los rusos tenian pocas divisiones dignas de confianza en la ribera occidental del Volga. Suponiendo que el Ejercito Rojo no opondria mucha resistencia en Stalingrado. Hitler ordeno al Sexto ejercito tomar la ciudad. Luego, confiado ciegamente, se puso a maniobrar con el delicado equilibrio de sus fuerzas y envio los otros ejercitos en angulo recto hacia el Caucaso, con lo cual quedaba solo el Sexto para penetrar profundamente en el territorio hostil de la Union Sovietica. Hitler se burlo al mostrarle Halder un informe del servicio secreto donde se calculaba que al este del Volga habia mas de un millon de soldados rusos de reserva intacta, y en seguida ordeno el traslado de mas divisiones alemanas a Francia y a Leningrado, en el norte del frente oriental. A pesar de todas estas limitaciones, Paulus se abrio paso triunfalmente hacia el este, y el 23 de agosto algunos contingentes de sus fuerzas ocupaban un corto tramo del Volga al norte de Stalingrado. Ese mismo dia los alemanes lanzaron su primer ataque aereo contra la ciudad. Volando en perfecta formacion, los Stukas y los Ju-88 bombardearon los abigarrados barrios residenciales del centro. A causa de la prolongada sequia, las llamas se propagaron rapidamente y en pocos dias ardia Stalingrado. Las explosiones derribaron la mayoria de las casas de la Plaza Roja. El edificio del sistema de aguas se desplomo de un impacto directo. La central telefonica se vino abajo y se interrumpieron todas las comunicaciones. Durante lo mas intenso del bombardeo, las autoridades de la ciudad lograron despachar desde una improvisada red de sotanos, pero la urbe era un monton de escombros. Aquella noche el agresivo y extravagante general Wolfram Freiherr von Richthofen, de la Luftwaffe, consignaba en su diario el efecto de las operaciones de sus pilotos: "Sencillamente paralizamos a los rusos". Era cierto, de una poblacion de 500.000, casi 40.000 murieron en los ataques aereos de los dias 23 y 24 de agosto. No habia puentes sobre el Volga, y al dia siguiente la poblacion civil se agolpaba en el muelle principal de los trasbordadores con la esperanza de alcanzar la orilla opuesta del rio. Pero los Stukas regresaron. No existian refugios; la multitud que estaba en el embarcadero oscilaba como pendulo, arrimandose primero a la orilla para salir luegom al pasar los bombarderos. Le caian encima racimos de bombas, y la ribera se fue poniendo resbaladiza por tanta sangre. Los Stukas atacaron tambien a los trasbordadores y hubo en el Volga una cadena de explosiones. El agua no tardo en llenarse de cadaveres que la corriente arrastraba lentamente hacia el Mar Caspio. El 2 de Septiembre, las fuerzas de Paulus, en el norte, establecieron contacto con el Cuarto Ejercito Panzer, que venia por el sur, cercando a Stalingrado con un semicirculo de divisiones de infanteria y acorazadas. Ya solo el rio y sus embarcaciones ofrecian una precaria linea de abastecimiento y refuerzos para la ciudad. Los sobrevivientes del ejercito 62 ruso llegaban a la plaza en busca de refugio, y no de combate. El comandante del ejercito, general Alexander Lopatin, habia perdido la esperanza de salvar a la ciudad. Al confiar sus temores a su superior, el general Andrei Yeremenko, este lo destituyo sin mas. Para entonces estado mayor ya habia evacuado el barranco de Tsaritsa y ya habia asentado un nuevo puesto de mando al otro lado del Volga, en el bosque de Yamy. Yeremenjo y Jrushov celebraron alli una precipitada conferencia para escoger al sucesor de Lopatin. Eligieron al general Vassili Chuikov. De caracter ferreo, mostraba desden por los que se acobardaban facilmente. Se presento a Yeremenko a las 10 de la mañana del 12 de Septiembre, el mismo dia en que Paulus volaba a Ucrania para entrevistarse con Hitler. Despues de cruzar el rio hasta Stalingrado, Chuikov se dirigio en automovil al barranco de Tsaritsa para conocer a su estado mayor. El puesto de mando estaba vacio y tuvo que preguntar a los soldados, en las calles, donde estaba el nuevo cuartel general. Alguien le dijo que lo habian trasladado a la colina de Mamaev, eminencia rocosa de 100 mts de altura. Antiguo cementerio tartaro, se habia usado en los ultimos tiempos como lugar de excursiones. Se dirigio al cerro en su coche y, al pasar por los escombros, Chuikov quedo pasmado por la debilidad de las fortificaciones. Comprendia que los alemanes podrian arrollarlos en cuestion de minutos y, una vez en lo alto, dominarian toda la ciudad. Observo algo mas: a pesar de ser verano, los arboles habian perdido las hojas tras el intenso bombardeo. La division 71 alemana penetro en el centro de Stalingrado por un frente de 3 km de anchura el 14 por la mañana. El capitan Gerhard Munch, comandante de batallon, de 28 años de edad, iba a la cabeza del tercer batallon del regimiento 194 de infanteria, que intentaba atravesar varias calles de la ciudad para apoderarse de la ribera. Si los alemanes capturaban el trasbordador, seria completo el cerco de Stalingrado. Munch creia tener excelentes posibilidades de llegar al Volga antes de anochecer; hasta ese momento sus soldados habian sufrido solo el calor de la estepa y esporadicos ataques de la retaguardia rusa. Pero una vez en las congestionadas calles de la ciudad, las bajas se multiplicaron. Las tacticas de guerra relampago no eran aplicables alli. Desde las ventanas de los pisos altos, francotiradores diezmaban sus columnas, y la artilleria ligera, disparando a quemarropa, causaba estragos en las filas. Con todo, hacia las 2 de la tarde se habia aproximado el tercer batallon hasta pocos centenares de metros de la estacion ferroviaria principal, muy cerca de la Plaza Roja, y Munch recibio orden de tomar el embarcadero de trasbordadores del Volga. A pesar de las crecientes bajas, Munch siguio confiado el avance. Su gente habia capturado a varios correos rusos que recorrian las calles con mensajes manuscritos. Deduciendo que las comunicaciones telefonicas del ejercito 62 ruso estaban interrumpidas, supuso que su diezmado batallon podria salvar los 800 metros que le faltaban para alcanzar el objetivo. El general Chuikov se vio entonces en situacion desesperada. De regreso en el fortin del barranco de Tsaritsa, le habian informado que la division 13 de guardias acudiria en su auxilio desde la otra orilla del Volga, que cruzaria de noche. Pero antes tendria que reunir suficientes tropas para defender el embarcadero. Convencido de que no podia competir con la densidad del fuego aleman, Chuikov emplazo una serie de fuertes pequeños que dominaban varias bocacalles. Estaban servidos por 1500 milicianos de la NKVD (policia secreta), organizados en pelotones de 10 y 20 hombres. Estos grupos de choque debian actuar como "rompeolas", para encauzar a las fuerzas blindadas nazis por vias de acceso batidas por la artilleria rusa. Cuando pasaran los tanques sobre las rutas previstas, hallarian un devastador fuego artillero. Una vez inmovilizados los tanques, las fuerzas de asalto se lanzarian contra la infanteria alemana, que quedaria expuesta tras las unidades blindadas en llamas. La lucha a tan corta distancia los defenderia de la Luftwaffe, pues los aviadores no se expondrian a bombardear a las mismas tropas alemanas. Mientras tanto, 800 metros al nordeste del fortin de Chuikov, un grupo de soldados de la NKVD se preparaba a contener el empuje final de los alemanes hacia el rio. Formados en arco alrededor del trasbordador principal, esperaban que su comandante, el coronel Petrakov, regresara de una descubierta. Para averiguar por donde pensaban los alemanes abrir brecha, el coronel y dos ayudantes suyos avanzaron bastante hacia el norte, hasta la Plaza Nueve de Enero. Aunque escuchaban el fuego lejano de armas ligeras, no vieron ningun enemigo ni les dispararon, la plaza estaba desierta, al lado de un automovil abandonado, se detuvieron a estudiar la situacion. De repente atraveso las ventanillas del coche una rafaga de metralleta que obligo a Petrakov a agacharse. Casi en el mismo instante, empezaron a estallar granadas por toda la plaza y una de las explosiones derribo al coronel, privandolo del sentido. Rescatado por sus hombres, recobro en conocimiento en un tunel, a orillas del Volga. Alli le informaron que los alemanes habian iniciado el ataque hacia el rio y que habian tomado un bloque de edificios cercano a la ribera. A la caida de la tarde, el capitan Ginderling envio a sus tropas desde la cerveceria hasta el muelle del trasbordador, a menos de 700 metros de distancia. Los 60 hombres de Petrakov formaron una fila defensiva alrededor del embarcadero y lucharon denodadamente, aunque andaban ya muy escasos de municiones. De pronto aparecio una lancha de motor que venia de la otra orilla del Volga con cajas de cartuchos y granadas. Reabastecidos, los soldados de Petrakov se prepararon a contraatacar. El coronel habia encontrado un cañon de 76 mm en una calle lateral. Mientras trataba de aprender el funcionamiento del arma, ordeno avanzar cuando disparara el quinto cañonazo con la pieza recien adquirida. Petrakov apunto al Banco del Estado y, cargando el primer proyectil con mucho cuidado, lo disparo contra aquel edificio de hormigon. Iba a hacer otro disparo cuando llego a sus espaldas una lancha que le llevaba los primeros refuerzos de la division 13 de guardias. Pero los alemanes tambien la habian divisado, y la embarcacion se vio pronto rodeada de explosiones. Cercado por el fuego de la artilleria, el coronel Yelin, comandante del regimiento 42 de guardias, salto del barco al agua, que le daba a la rodilla, y corrio por el terraplen hasta el banco del rio. La situacion seguia siendo peligrosa, pero los rusos ignoraban un hecho importante: los alemanes tambien estaban al borde del colapso. Cerca de la estacion ferroviaria, al pasar lista, el capitan Munch comprobo que el combate de un solo dia en Stalingrado le habia costado la mayor parte de su batallon. Cerca de 200 de sus hombres yacian muertos o heridos en las calles que conducian a la Plaza Roja. La estacion seria un obstaculo aun mas mortifero. Aunque los rusos no la habian ocupado todavia con muchas fuerzas, Munch temia instintivamente ese lugar. Ocultos dentro de la vasta red de rieles, vagones y maquinas, un grupo relativamente pequeño de francotiradores podria causar grandes estragos en su ya diezmado contingente. El capital resolvio dar un rodeo y pedir un ataque aereo. Pero los Stukas, errando el blanco, soltaron sus bombas sobre las tropas de Munch. Al caer la noche el capitan reunio su batallon en la Casa de Gobierno, edificio a medio construir desde cuya terraza vio por primera vez el Volga. Al hacer nuevamente el recuento de su tropa, comprobo que le quedaban menos de 50 hombres para tomar el embarcadero. A menos de 500 metros del vivac de Munch, la division 13 de guardias estaba ya en tierra. Dos regimientos completos y un batallon de otro regimiento lograron cruzar el Volga bajo el intenso cañoneo. En la oscuridad, los rusos se desorientaron y volvieron a tropezar con los escombros de los dias anteriores, pero lograron formar una linea de defensa antes del alba. La division 295 alemana habia tomado ya la cima del Mamaev, donde dos torres de abastecimiento de agua permitieron improvisar un protegido puesto de mando. Pero las tropas rusas todavia ocupaban varias posiciones en las laderas del antiguo parque de excursiones, donde cavaron a toda prisa sus trincheras. Desde su puesto de mando del barranco de Tsaritsa, Chuikov trataba de ponderar la situacion del cerro, pero no podia hacerlo con los informes contradictorios que recibia. Dentro del fortin hacia un calor insoportable. Bañado en sudor, Chuikov salio varias veces al aire libre. Las ametralladoras alemanas disparaban cerca, pero no le importaba. Le parecia peor la confusion del interior del refugio. Desde la pradera de la orilla opuesta del Volga, el comandante de la division 13 de guardias estaba a punto de cruzar a Stalingrado. El general Alexander Rodimtsev, de 36 años de edad, no era novato en la guerra. Con el seudonimo de "Pablito Geshos" habia luchado contra Franco en España, en 1936, al lado de los republicanos leales. Al amanecer el 15 de septiembre se paseaba por la orilla del rio y apenas podia creer lo que veia: Stalingrado ardia con llamas brillantisimas, y el fuego de la artilleria enemiga destrozaba las lanchas que llevaban sus tropas a la ciudad. Mientras el general observaba, una de las embarcaciones quedo envuelta en humo; luego se oyo una explosion ensordecedora que abarco un diametro de 100 metros. Cuando cayeron de nuevo al agua los surtidores que saltaron, habia desaparecido la embarcacion con sus 65 ocupantes. Rodimtsev y su estado mayor tomaron su propia lancha y se agazaparon tras las bandas mientras salian retrocediento lentamente hacia la corriente. Los cascos de metralla pegaban en la madera, y se alzaban surtidores de agua al estallar cerca las granadas. Pero la lancha pudo llegar al embarcadero principal y Rodimtsev corrio otros 400 metros al norte, hasta su puesto de mando, un tunel mal ventilado con el techo de tablones viejos. Ansioso de presentarse a Chuikov, el general ordeno que lo acompañaran cinco oficiales de sus estado mayor. Corrieron terraplen abajo hasta el embarcadero, de donde doblaron al occidente y salvaron otros 800 metros hasta llegar al fortin subterraneo del barranco de Tsaritsa. En aquel breve recorrido las granadas mataron a tres de sus compañeros. Abrazando a Rodimtsev, que estaba lleno de polvo, Chuikov le pidio que le diera noticias de los esperados refuerzos. La mayor parte de la division ya habia atravesado el rio, anuncio Rodimtsev, pero les hacian falta unos 2000 fusiles. El 17 de Septiembre, en el cuartel general del Sexto ejercito en Golubinka, 65 km al norte de Stalingrado, unos periodistas alemanes insistian ante el general Paulus en que les diese permiso de transmitir la noticia de la toma de la ciudad. Esquivando una respuesta directa, Paulus respondio: "Calma. En cualquier momento podran anunciarlo". Pero en sus habitaciones, el general escuchaba el fonografo, fumaba un cigarrillo tras otro y trataba de aliviar el dolor de vientre que le producia la disenteria. La verdad era que habia perdido la esperanza de alcanzar una victoria fulminante. Desde el barranco de Tsaritsa hasta el cerro de Mamaev, los alemanes sufrian el peso de los refuerzos de Chuikov. Habian muerto casi 6000 soldados de la division 13 de guardias, pero el sacrificio de esas vidas sirvio a los rusos para que ganaran varios dias de importancia decisiva. De los lejanos Urales acudian a marchas forzadas mas refuerzos para la ciudad asediada. La division 284, mandada por el coronel Nikoali Batyuk, llegaba de los confines de la remota Siberia. La mayoria de sus hombres eran de raza mongolica, oriundos de la frontera con Mongolia; reclutas bisoños de 18 y 19 años que jamas habian visto a un aleman. Llevaban cerca de 1100 km de marcha hacia el oeste masticando las raices del arbusto smolka, sustituto de la goma de mascar, con sabor a regaliz, y bebiendo todo el vodka que encontraban a su paso. Empezaban a cruzar el rio en la brumosa mañana del 22 de septiembre. El sargento Alexei Petrov atraveso el Volga y lo destacaron al sector norte, cerca de Latashanka. Durante diez dias le habian dado instrucciones apresuradas sobre el manejo del cañon de 122 mm; pero, por falta de tiempo, el exasperado instructor le dijo que aprendiese por su cuenta lo que pudiese. Su bautismo de fuego fue espantoso. Casi la mitad del regimiento de Petrov murio al cruzar el rio. Cuando por fin ganaron la otra orilla, tres exploradores fueron por delante para reconocer la fuerza enemiga. Dos regresaron. Petrov empuño los gemelos para escudriñar la tierra de nadie en busca del compañero faltante. Lo vio despatarrado boca arriba. Los alemanes le habian atravesado el vientre con la bayoneta calada. Petrov y su peloton se enfurecieron. Saltaron gritando de sus trincheras y avanzaron a paso veloz. Irrumpieron en las casas y mataron a cuantos se les ponian enfrente. La division 71 alemana siguio avanzando paso a paso hacia el embarcadero principal. Aun se sostenian algunos puntos de resistencia que imponian un terrible costo a la operacion, pero al final fueron eliminados. En la Plaza Roja, centro de la ciudad, los cadaveres yacian esparcidos grotescamente sobre el cesped y en las aceras. Unos charcos rojos señalaban los lugares donde habian caido. Otros rastros de sangre describian caprichosos dibujos en las calles, indicando la ruta seguida por los heridos en busca de refugio. La gran tienda Univermag estaba hecha trizas y desierta; los maniquies de las vitrinas, desparramados, yacian en posturas absurdas, cuerpos sin vida acribillados a balazos. Adentro, rusos y alemanes se amontonaban por los pasillos, unidos en la muerte. La tienda era un deposito de cadaveres. El Soviet de la ciudad, el Club del Ejercito Rojo y el Teatro Gorki estaban vacios, con las paredes marcadas por los agujeros ennegrecidos de la metralla y las ventanas sin cristales. En las calles adyacentes las tiendas estaban arrasadas. Habia tomates podridos y pulpa de sandia en descomposicion esparcidos en las aceras; con las verduras se mezclaban trozos de cuerpos humanos; las moscas pululaban por los despojos. En lo que antes habia sido un restaurante de moda, al oriente, junto a la salida del barranco de Tsaritsa, las enfermeras y los medicos rusos se esforzaban en evacuar a los heridos. Mas de 700 habian salido el dia anterior en un abigarrado surtido de embarcaciones que apenas estaban en condiciones de navegar. En ese momento transportaban hacia la orilla cerca de 600 victimas. Los alemanes se iban acercando. Sus ametralladoras barrian con fuego nutrido a las multitudes que se agolpaban en el muelle. Los soldados rusos formaron una linea de defensa, con la que mantuvieron a raya a los atacantes hasta que los ultimos heridos se arrastraron penosamente a bordo de los barcos. Luego, avanzaron los alemanes y, por fin, tomaron el embarcadero principal de trasbordadores. Salvo algunos focos de resistencia aislados, el Sexto ejercito dominaba ya la ribera del Volga a lo largo de varios km al norte y al sur del barranco de Tsaritsa. Solo les faltaba conquistar el distrito fabril del norte de Stalingrado. En Vinnitsa, aquella buena nueva no entusiasmo a Hitler, que refunfuñaba en su cabaña de troncos. Dos semanas antes habia estallado en colera en un debate con el general Jodl por la direccion de la campaña, y desde entonces el Fuhrer se habia negado a fraternizar con los hombres que le servian. Enfurecido por la "insubordinacion" de su estado mayor, disgustado por la falta de progresos en el Caucaso y a lo largo del Volga, el 24 de Septiembre llamo a Franz Halder y lo destituyo. Halder fue directamente a su habitacion a hacer sus maletas, pero antes de partir escribio una breve nota a su amigo y discipulo Friedrich von Paulus, diciendole que habia "dimitido" y que agradecia su lealtad y amistad. Paulus recibio el mensaje de Halder en el momento en que sus soldados izaban una enorme cruz gamada en el edificio de la matrecha tienda Univermag. Pero el general no tenia deseos de celebrar los triunfos. El recorrido de seis semanas desde el Don hasta el Volga habia costado casi 8000 vidas y 31000 heridos; se perdio una decima parte de Sexto ejercito. Ademas, sabia que aun no se habia entablado la batalla mas dificil. Al norte del embarcadero de trasbordadores, al norte de la colina Mamaev, tan encarnizadamente disputada, quedaba la llave de la ciudad: las fabricas que hacian de Stalingrado un importante bastion para los rusos. Alli pesaba sobre el Sexto ejercito la mayor amenaza. Y Paulus necesitaba mas tropas y municiones. En su rustico puesto de mando atrincherado, Vassili Chuikov se preparaba, chorreando sudor, para la etapa siguiente de la ofensiva alemana. El general ruso acababa de recibir una carta de su esposa. Decia a su marido que lo habia visto en un noticiario cinematografico y que los niños estaban bien. Pero el general sabia que aquello era falso. Su ayudante se habia enterado de que la hija menor de Chuikov sufria un ataque agudo de disenteria y que la familia estaba en grandes apuros para procurarse comida, vestido y otros articulos de primera necesidad. Por fortuna iban llegando refuerzos por los nuevos pasos del rio que Chuikov habia improvisado despues de perder el embarcadero del centro. El enlace mas vital era el cruce del ejercito 62, agrupacion de atracaderos situados detras de la central Octubre Rojo y la fabrica de cañones Barrikady, donde desembarcaba la mayoria de los soldados al abrigo de las empalizadas. Los viajes al cruce del 62 eran una horrible pesadilla cada noche para los soldados que acudian a la batalla. La vista de la ciudad en llamas, el estruendo de millares de cañones, les producian estremecimientos. Pero los comisarios politicos del partido comunista, los politrook, estaban siempre a su lado trabajando con infatigable celo para calmarlos. Para evitar que desertaran saltando por la borda, mantenian la mano en la pistola que llevaban al cinto. Desde su atalaya de la colina de Mamaev, los alemanes avistaban esas embarcaciones y ordenaban a su artilleria hacer fuego. Mientras las bombas llovian a su alrededor, los politrook distraian a los soldados leyendoles periodicos o repartiendo correspondencia. Asi cruzaron a Stalingrado casi 100.000 soldados de refresco hasta el mes de octubre. Pero en tal profusion que Chuikov seguia con solo 53.000 hombres capaces de combatir. En menos de un mes el ejercito 62 ya habia perdido mas de 80.000 combatientes. Durante el mes de octubre los alemanes atacaron obstinadamente las tres fabricas principales situadas al norte de la colina de Mamaev, empeñados en aplastar a los rusos. El dia 20 ya habian tomado toda la fabrica de tractores e irrumpido en el enorme edificio de la fabrica de cañones Barrikady. Mas al sur ocuparon el sector occidental de la central Octubre Rojo. Era una lucha de casa en casa, de sotano en sotano, de crater de bomba en crater de bomba. En un lapso de tres dias, Chuikov perdio 13.000 hombres; la tercera parte de las fuerzas que le quedaban. Tan solo el 14 por la noche llegaron a los embarcaderos del Volga 3500 heridos. Mientras esperaban los remolcadores de salvamento, las aguas del rio hervian bajo una lluvia de balas y cañonazos. Y cuando por fin lograban arrimar las lanchas, en algunas no quedaba ni un solo tripulante vivo para ayudar a embarcar a los heridos. Tambien las perdidas alemanas eran cuantiosas. Cinco batallones de los celebres "ingenieros de asalto", que sumaban cerca de 3000 hombres, perdieron la tercera parte de sus efectivos en unos cuantos dias. Su comandante, el coronel Herbert Selle, creia que Stalingrado no valia el precio que estaba costando. Opinaba que la batalla habia degenerado en una contienda personal entre la egolatria de Hitler y de Stalin. Pese a unas cuantas victorias, los alemanes no tenian poderio suficiente para desalojar completamente de la ciudad a los rusos, y el frente quedo estabilizado, inmovil. Pero en esto, al norte del rio Don, se producian nuevos movimientos. De noche, en largos trenes procedentes de la zona de Moscu y de los Urales, llegaban mas de 200.000 soldados rusos de refuerzo. Las baterias de artilleria pesada, centenares de tanques y cerca de 10.000 caballos fueron llegando por la via unica para concentrarse en puntos situados de 150 a 200 km al noroeste de Stalingrado. Los comisarios politicos sovieticos trabajaban sin descanso para fanatizar a las tropas. Cada nuevo recluta recibia su fusil en una ceremonia oficial ante las banderas de su regimiento. Se entonaban cantos guerreros y los funcionarios del partido declamaban arengas patrioticas. Los alemanes no pudieron dejar de observar la concentracion de esos refuerzos: ya desde el 27 de octubre, Paulus se habia enterado perfectamente de la situacion. Algunos desertores rusos informaron a los interrogadores de la llegada de tropas, no solo al Don, sino al sur de Stalingrado, frente al Cuarto ejercito acorazado. Al parecer los rusos montaban un ataque contra ambos flancos de los alemanes. Hacia mucho que preocupaba a Paulus esa amenaza. En su tactica para la toma de Stalingrado habia contado con levantar una barrera en el flanco izquierdo para asegurar las lineas de abastecimiento y detener cualquier ataque procedente del norte. Desgraciadamente, Paulus tuvo que confiar alli en los ejercitos de tres naciones satelites. En el extremo noroeste, los soldados del Segundo ejercito hungaro se habian atrincherado a lo largo del alto Don. A continuacion ocupaban otro largo tramo del rio los contingentes del Octavo ejercito italiano. Y, por ultimo, estaba el Tercer ejercito Rumano. El alto mando aleman habia interpuesto a los italianos entre otros dos ejercitos tratando de evitar la posibilidad de que los dos antiguos enemigos se olvidaran de los rusos para atacarse mutuamente. Los tres ejercitos habian sido organizados sin orden ni concierto. Los jefes de las fuerzas rumanas y hungaras eran, en su mayoria, funcionarios politicos, sin conocimientos tacticos. En ambos ejercitos campeaban la corrupcion y la ineficacia. El soldado raso llevaba la peor parte; mal dirigido y alimentado tenia que soportar privaciones inauditas. Los oficiales azotaban a la tropa a la menor falta. Cuando la accion resultaba peligrosa, muchos jefes se marchaban tranquilamente a su pais. Para colmo, los soldados estaban equipados con armas anticuadas de la primera guerra mundial. En el ejercito italiano la situacion era muy parecida. Forzados a combatir lejos de su patria, desconfiados de los lazos entre la Alemania nazi y la Italia fascista, a estos legionarios nada les importaba la cruzada por el Lebensraum o espacio vital; estaban en Rusia porque Mussolini se ganaba el favor de Hitler dandole carne de cañon. En la zona comprendida entre el Don y el Volgam al occidente de Stalingrado, Paulus habia concentrado virtualmente todas sus divisiones de ataque con el proposito de tomar la ciudad. Pero dejo asentada la mayoria de sus puestos de abastecimiento en la orilla occidental del Don. Era esta vulnerable zona de la retaguardia la que el alto mando ruso habia señalado como objetivo principal de la primera fase de su "Operacion Urano". A las 6:30 de la mañana del 19 de Noviembre, entre Serafimovich y Kletskaya, la oscuridad que precedia al alba se ilumino en un incendio de llamas rojas y anaranjadas cuando 3500 cañones rusos anunciaron el ataque. Los soldados rumanos, agazapados en sus trincheras, vieron que las explosiones de las granadas recorrian con terrible precision todas sus lineas. Los fortines se derrumbaban y dejaban sepultados a centenares de hombres; los combatientes se tapaban los oidos para librarse del infernal estruendo. Cuando al fin ceso el cañoneo preparatorio, de entre la niebla y la nieve salieron tanques T-34 para irrumpir en las filas de los desconcertados rumanos. La mayoria de ellos, aterrorizados por los tanques, tiraron las armas y empezaron a correr gritando despavoridos. El Golubinka, 80 km al sudeste, Paulus y el general Schmidt, jefe de su estado mayor, recibieron con serenidad la noticia del ataque. Ambos jefes analizaron la situacion. Schmidt opino: "Podremos resistir". Paulus convino en ello y ordeno al cuerpo del ejercito 48 acorazado, mandado por el general Heim, avanzar hacia el norte para taponar la brecha del Don. Dos mil kilometros al oeste de allim Hitler estaba comodamente instalado en su retiro del Berghof, en los Alpes bavaros. Estudiaba en una tranquila sala de conferencias los ultimos mapas de la batalla y examinaba el flanco izquierdo del Sexto ejercito. Sin precipitacion, dueño de si, pondero las opciones y dio una orden: primera de las muchas decisiones nefastas que tomaria en las semanas siguientes. En efecto, ordeno al general Heim avanzar rapidamente hacia el sur, a Blinov, donde los rusos tambien habian logrado penetrar profundamente. De mal grado, Heim hizo un alto brusco y viro casi 180 grados sus columnas para dirigirse hacia el nuevo destino: en direccion opuesta al objetivo que habia señalado Paulus. No intervino la aviacion en el drama de la estepa, pues el mal tiempo obligaba a permanecer en tierra a los aviones rivales. Durante rodo el dia los tanques rusos recorrieron la llanura blanca, atacando depositos de abastecimiento y centros de comunicaciones, retirandose luego al amparo de la bruma y asestando nuevos golpes a muchos km de distancia. Esta tactica confundio y desmoralizo a los alemanes. De los informes recibidos por radio en Golubinka se deducia que los rusos estaban a 65 km al sur del Don, a 80 al sudoeste, en todas partes!. En las voces que llamaban por telefono al cuartel general del Sexto ejercito pidiendo instrucciones se advertia gran nerviosismo. Se relajo la disciplina; los comandantes de unidades ordenaban arbitrariamente a sus tropas marchar hacia el este, a Stalingrado. Los soldados estaban temerosos y hostiles con sus superiores, que, para mantener el orden, recorrian las filas amenazando con instruir consejo de guerra a los insurrectos. Al sur de Stalingrado se agrupaban tres ejercitos comandados por Yeremenko que debian ejecutar en un frente de 200 km la segunda fase de la contraofensiva sovietica. A las 10 de la mañana del 20 de noviembre abrio Yeremenko el fuego artillero, y el Cuarto ejercito rumano huyo a la desbandada. Unas cuantas horas despues el asombrado comandante en jefe telefoneaba a Moscu para informar que habia capturado unos 10.000 prisioneros. Muy alarmado por la ruptura de ambos flancos, el general Paulus recomendo que el Sexto ejercito se retirara del Volga a posiciones mas defendibles, al sudoeste. Pero el Fuhrer opinaba otra cosa, y respondio con una orden perentoria: "El Sexto Ejercito resistira en sus actuales posiciones pese a la amenaza de cerco temporal. Dare ordenes especiales e inmediatas para el abastecimiento aereo." Mientras Paulus y Schmidt reflexionaban en torno al mensaje, se recibio un telefonema del teniente general Fiebig, comandante del Octavo Cuerpo aereo. Al enterarse de que un ejercito entero debia ser abastecido por aire, Fiebig colgo el telefono para llamar a su jefe, el general von Ritchhofen, quien a su vez telefoneo a un ayudante del mariscal del Reich, Hermann Goering. "Tiene usted que impedirlo!", le dijo encolerizado Richthofen; con este maldito tiempo no hay esperanza de abastecer desde el aire a un ejercito de 250.000 hombres. Aquella noche los implacables vientos que ululaban sobre la estepa amontonaron la nieve en cordilleras diminutas sobre la monotona llanura. Bajo mas la temperatura y el cielo anunciaba nuevas nevadas. A las 2 de la tarde del 22 de noviembre, Paulus y Schmidt, que habian ido en avion a un centro de comunicaciones situado al oeste de Stalingrado, regresaron al aerodromo de Gumrak, cerca de la ciudad. Volando sobre el grueso de su ejercito encerrado entre el Don y el Volga, los generales vieron alla abajo resplandores de las hogueras donde los soldados del Sexto Ejercito comenzaban a quemar el equipo que les estorbaba. El puente de Kalachm ruta de escape de los alemanes a traves del Don, cayo en poder de los rusos el dia 22. Y al dia siguiente los tanques sovieticos procedentes del sur hacian contacto con las tropas uniformadas de blanco que llegaban del norte. Los soldados rusos, delirantes de alegria, bailaban en la nieve para celebrar un triunfo increible. En menos de 96 horas habian cerrado la trampa en torno al Sexto ejercito aleman. Dentro de aquella bolsa habia mas de 250.000 soldados germanos atrapados, aislados en una vasta llanura de nieve. Pero las lineas rusas aun eran debiles, y el general Paulus estaria pronto en condiciones de romper el cerco y salir del Kessel. Paulus habia concentrado un ariete compuesto de unidades blindadas, artilleria e infanteria motorizada que se abriria paso hacia el sudoeste. Sin embargo, pasaban las horas y Paulus no ordenaba el ataque. Hitler no habia aprobado la maniobra. Paulus envio un cablegrama solicitando libertad de accion ante la falta de abastecimiento. Mientras trasmitian este mensaje, uno de los generales de Paulus ordeno por propia iniciativa a la division 94 de infanteria evacuar su sector, en el extremo nordeste de la bolsa. Intentaba con ello obligar a las demas unidades alemanas a efectuar retiradas similares que, a su vez, forzarian a Paulus a abandonar el Kessel. Pero al dejar sus posiciones la division 94, le cayo encima el ejercito 62 sovietico. Sorprendida al descubierto, indefensa contra la oleada de ataque del ejercito rojo, la 94 quedo aniquilada hacia el amanecer. La noticia puso frenetico a Hitler. Vociferando contra Paulus por desobedecer sus instrucciones de resistir, envio un mensaje al estado mayor del Sexto ejercito en el que declaraba: "El frente actual del Volga y el frente del norte se deben sostener a toda costa. Llegaran abastecimientos por aire." Sin embargo, Hitler ignoraba aun si la Luftwaffe seria capaz de apoyar al Sexto ejercito, y esperaba la autorizada opinion de Hermann Goering. Como este no habia podido cumplir su promesa de doblegar a Inglaterra ni logro evitar los ataques aereos en masa de los aliados contra el territorio patrio, su ascendiente dentro de la jerarquia del partido nazi habia menguado. Cuando surgio la cuestion del puente aereo a Stalingrado, Goering vio la oportunidad de rehabilitarse. Pese a que le advirtieron que el Sexto ejercito requeria 500 toneladas diarias, fanfarroneo: "Yo me encargo de eso". Asi se perdieron horas valiosas. Pocos dias despues habia 60 unidades sovieticas, acampadas en el perimetro del Kessel. Al sur y al oeste, otras 80 unidades del Ejercito Rojo se disponian a frustrar cualquier intento de socorrer al general Paulus. Mientras en sus bases mas cercanas a Stalingrado, los aviadores alemanes se afanaban para que su puente aereo tuviera exito. Los trasportes trimotores Ju-52 volaban desde aeropuertos muy lejanos. Algunos aparatos eran antiguos y poco seguros; a otros les faltaban cañones y radio. El 25 de noviembre despegaron los primeros trasportes aereos con destino al aeropuerto de Pitomnik, dentro del Kessel. Durante dos dias lucharon sin cesar para salir y volver con municiones y combustible. Al tercer dia, el 27 de noviembre, el mal tiempo obligo a suspender todas las operaciones, y el general Fiebig hizo el triste balance: en las primeras 48 horas se habian entregado solo 130 toneladas de carga. Apesadumbrado, escribio en su diario: "Tiempo atroz. Tratamos de volar, pero no es posible. Una tempestad de nieve sigue a la otra. La situacion es deseperada." El general von Ritchthofen era de la misma opinion. Considerando inutil el puente aereo, telefoneo a los ayudantes de Hitler y les adivirtio que el Sexto ejercito tendria que romper el cerco antes de perder su movilidad. El general encarecio a los oficiales que trasmitiesen su dictamen a Hitler. Asi lo hicieron, pero el Fuhrer no cambio de parecer. Si el Sexto ejercito sale de Stalingrado, declaraba Hitler, "jamas volveremos a tomar la plaza." El 30 de noviembre 40 bombarderos He-111 se unieron a los trasportes Ju-52 para abastecer a Stalingrado. Tan pronto como aterrizaban, los soldados pululaban por los aparatos para descargarlos, e incluso extraian combustible de los depositos de las alas para reaprovisionar los del Kessel. Aquel dia llegaron casi 100 toneladas de pertrechos urgentes. Reanimado, Paulus creyo que la Luftwaffe estaba a punto de satisfacer sus exigencias. Mas no era asi. Llego otra onda de mal tiempo y durante los dos dias siguientes casi ningun avion logro aterrizar en el aerodromo. Sin embargo, a pesar de estar copados, la disciplina y la organizacion del Sexto ejercito seguian siendo excelentes. Dada la gravedad de la situacion, el Sexto ejercito operaba mejor de lo que era de esperar. Pero se veian ya algunos indicios de declive. El 9 de diciembre cayeron muertos dos soldados. Fueron las primeras victimas del hambre. Hitler no habia abandonado totalmente al Sexto ejercito. Desde el 21 de Noviembre habia enviado al mariscal de campo Erich von Manstein, el vencedor de Francia, en auxilio de Paulus. Sin embargo, la mision primordial de Manstein era forzar un corredor desde el sur hasta el Sexto ejercito, para que llegaran por alli los pertrechos. Jamas se le ordeno que liberara a las tropas cercadas. El empuje de Manstein no comenzo hasta el 12 de diciembre, y resultaria inutil a la postre, pues cuando el exito ya estaba al alcance de la mano, Hitler retiro esa fuerza para apoyar a un ejercito italiano que se desmoronaba en el norte. La estepa se estaba convirtiendo en un reguero de aviones destrozados. Era impresionante el numero de vuelos que se intentaban diariamente, pero las estadisticas ocultaban un hecho fundamental: los pertrechos no llegaban a la tropa encerrada en el Kessel. El mal tiempo incesante obligaba a algunos aviones a abandonar sus misiones; los rusos comenzaban a hostilizar con sus cazas la ruta aerea y a reforzar sus baterias antiaereas. Los errores humanos causaron otra serie de contratiempos. Como la Luftwaffe no permitia a los oficiales de intendencia del ejercito revisar los cargamentos detinados a Stalingrado, los hambrientos soldados de Pitomnik solian abrir cajas de articulos totalmente inutiles, como fundas de granadas sin granadas, o toneladas de condimentos, cuando los soldados comian ratones. El 18 de diciembre Paulus inspecciono el frente. Se sintio terriblemente abatido, pues comprobo los estragos fisicos de la tropa. Los soldados trabajaban lentamente y eran indiferentes a las voces de mando. Tenian el rostro demacrado, y algunos tenian perdida la mirada de unos ojos hundidos tras los pomulos salientes. Alentados por la falsa esperanza de que Manstein iba ya en su auxilio, los soldados del Sexto ejercito resistieron con admirable estoicismo el racionamiento y el implacable invierno. Sin embargo, la Navidad les hizo ver que probablemente der Kessel seria su tumba. Las defensas fisicas y morales se desmoronaban, y los famelicos ocupantes de la fortaleza de Stalingrado empezaban a flaquear. Las severas medidas instituidas por Paulus para conservar las provisiones de boca agudizaban ya la precaria situacion. El asediado general no tenia mas remedio que racionar los viveres. Pero espero a que pasara la Navidad antes de anunciar raciones casi de hambre. El riguroso racionamiento fue un golpe mortal para el animo de los combatientes. Uno de los visitantes frecuentes del aerodromo era el comandante Coelestin von Zitzewitz, oficial de enlace de Hitler. Nada servil, este oficial escribia informes objetivos de lo que presenciaba. Acudia a todas partes: a las trincheras del frente, a los hospitales y a los depositos de municiones; hasta los oscuros y humedos fortines donde la falta de combustible causaba neumonias y otras infecciones en la tropa. Sentado entre montones de ratones y ratas hambrientas, vio horrorizado como atacaban los roedores a un soldado que tenia los pies congelados y le comian los dedos mientras dormia. El comandante von Zitzewitz no omitio ningun dato que comunicar a Hitler. Pero sus informes tuvieron un efecto imprevisto en el cuartel general del Fuhrer en Prusia Oriental, puesto que el estado mayor de Hitler, al ver informes tan derrotistas, penso que el comandante habia sido capturado. Asi, los informes de Zitzewitz fueron descartados, pensando que se trataban de maniobras sicologicas rusas. A las 10 de la noche del 31 de diciembre la artilleria rusa emplazada en los alrededores del Kessel inicio un tremendo cañoneo a guisa de lugubre bienvenida al año nuevo. Como por milagro, se habia formado un puente flotante de tempanos de hielo en el Volga, y atravesaban el rio centenares de camiones todos los dias. En medio del rio, los agentes de trafico encauzaban los convoyes de armas y bagajes hacia los depositos instalados en la otra orilla. Se empezaban a acumular en trincheras y pozos cajas de alimentos enlatados, procedentes de los EEUU, en todas las lineas de defensa, desde el barranco de Tsaritsa hasta las fabricas de tractores. Las municiones abundaban a tal punto que los artilleros rusos podian darse el lujo de disparar proyectiles antitanque contra solitarios soldados alemanes. Durante los primeros dias de enero, los puestos alemanes de observacion de los linderos meridional y occidental del Kessel comunicaron por telefono alarmantes informes de una nueva concentracion de tropas rusas. Pero los germanos no podian hacer nada; tenian que economizar las municiones para cuando se iniciara el ataque. Los rusos, sabedores de eso, montaron enormes cocinas de campaña desde las cuales iba hasta las trincheras del Sexto ejercito el aroma de apetitosos guisos. Esa tortura fue peor para los hambrientos soldados que la vista de los tanques y cañones, presagio de un desastre inminente. El ataque empezo poco despues de las 8 de mañana del 10 de enero, a los 48 dias de haberse cerrado el cerco, cuando 7000 cañones rusos rugieron al unisono. Al cabo de dos horas el cañoneo sovietico habia roto el frente aleman como si fuese una cascara de huevo, y al terminar el dia, el Sexto ejercito se retiraba en completo desorden hacia Stalingrado. El Kessel comenzaba a reducirse de tamaño notablemente. Ya habian desaparecido ocho divisiones. Solo la 29 motorizada conservaba aun suficiente empuje para combatir al enemigo en el extremo occidental de la bolsa. Pocos dias despues los sovieticos arrollaron el aerodromo de Pitomnik. Era el principio del fin. Perdido Pitomnik, el aeropuerto de Gumrak, al borde de Stalingrado, se lleno de miles de heridos. Los camiones repletos de soldados mutilados paraban frente a los hospitales, pero, como los conductores tenian que seguir adelante por falta de espacio, dejaban su cargamento sin que nadie se ocupara de los heridos. El 22 de enero Paulus intento convencer a Hitler de que lo unico procedente era rendirse. Pero Hitler rechazo la idea con este mensaje: "Capitulacion imposible. Las tropas defenderan hasta la ultima de sus posiciones". Despues de leerlo, Paulus salio de Gumrak hacia un sotano de Stalingrado. Aquel mismo dia el capital Gerhard Munch, que desde mucho tiempo antes habia entrado combatiendo en Stalingrado, vio un espectaculo que jamas olvidaria. Le habian ordenado salir del Kessel, pues sacaban de alli a ciertos especialistas para formar nuevas unidades; pero al aterrizar en Gumrak tres Ju-52, una turba de heridos asalto las puertas de los aviones y, arañandose unos a otros y pisoteando a los mas debiles que se rezagaban, se metieron en las cabinas. Munch logro subir a su avion mientras la metralla rusa barria a la multitud; el piloto acelero los motores y trataba en vano de despegar. Asomandose a las ventanillas, Munch vio unos 50 hombres aferrados a las alas como podian. Al ir acelerando el Ju-52, los polizones fueron cayendo, arrancados por el viento. Libre de aquel lastre, el avion despego y se alejo rapidamente del Volga. El 24 de enero por la mañana, la "carretera de la Muerte", como la llamaban los conductores de los camiones a la que llevaba a Stalingrado, era un tramo de ocho km de nieve empapada de sangre congelada que dejo a su paso el Sexto ejercito cuando iba a ocupar sus ultimas posiciones. Para entonces mas de 100.000 alemanes se habian refugiado en los oscuros sotanos de la ciudad. Atrapados en aquellas guaridas, los soldados esperaban atemorizados oir en cualquier momento los pasos de los rusos. Pero los sovieticos avanzaban con gran cautela, sin prisas, sobre los escombros cubiertos por un manto de nieve. En incontables escaramuzas, en las calles adyacentes, se escuchaba la orden "Raus! Raus!" (Afuera!) al cesar el tiroteo, y los alemanes salian de sus escondrijos con las manos en alto. Otros olvidaban por el momento el temor a la captura mientras reñian otra fiera batalla con los piojos. El cuartel general del Sexto ejercito se traslado al semiderruido edificio de los almacenes Univermag, que daba a la Plaza Roja. Las otras edificaciones contiguas estaban destruidas. Paulus paso junto a aquellas ruinas y descendio por una ancha rampa hasta el sotano. Mientras sus ayudantes improvisaban una central de comunicaciones, el general se retiro a un cubiculo separado por cortinas, en el cual habia un catre y se echo a descansar. Por una ventana enrejada entraba una luz palida que le iluminaba el rostro demacrado y barbado. En el cuartel central de la guardia, convertido en hospital, a km y medio al norte del Univermag, yacian heridos 3000 alemanes bajo un viento inclemente que se colaba por las horadadas paredes del edificio. Sin suficientes medicinas para atenderlos a todos, los medicos colocaban en la periferia a los soldados mas graves para que el frio acabara con ellos antes. La noche del 28 de enero los morteros rusos acribillaron de bombas el cuartel y lo incendiaron. Las paredes del hospital se tornaron de color rojo cereza, luego se combaron hacia afuera y se desplomaron sobre la calle secciones enteras. Por las brechas abiertas, varios testigos vieron horrorizados a los pacientes que, enloquecidos, se arrancaban los vendajes en llamas. Al comprender que se acercaba su ultima hora, muchos soldados refugiados en los sotanos pedian pistolas y se suicidaban. Por fin, el 30 de enero, el comandante de la division 71 se presento a Paulus y le dijo: "La division ya no esta en condiciones de resistir. Los tanques rusos se aproximan al almacen. Ha llegado el fin" Paulus volvio a su catre; enfrente estaba sentado su ayudante, el coronel Wilhem Adam. Ninguno de los dos hablo durante un rato. Por fin Adam sugirio: "Mi general, ahora debe dormir. De otra manera no podra resistir la prueba de mañana". Poco despues de la medianoche Paulus se tendio a dormir un poco y Adam fue a ver al comandante de la 71 para preguntarle si habia novedades. "Un tanque rojo esta apostado cerca de aque, en una calle lateral. Nos esta apuntando con su cañon." El Fuhrer recurrio a un expediente mas para salvar algo del desastre. Repartio ascensos a granel sobre los principales jefes del Sexto ejercito; y la mas importante promocion fue la de Paulus, nombrado mariscal de campo. Ningun Feldmarschall germano se habia rendido jamas al enemigo, y Hitler esperaba que Paulus entendiese aquella insinuacion y se suicidara. Pero Paulus no lo hizo. Antes de que amaneciera, su interprete cruzo la oscura Plaza Roja y llego hasta el tanque ruso, en cuya torreta estaba el joven teniente Fyodor Yelchenko. Tras acordar el nombramiento de tres plenipotenciarios rusos, el grupo se dirigio al sotano de Univermag. Schmidt pidio que los rusos tratasen a Paulus como a un ciudadano particular y lo condujesen afuera en un automovil, para protegerlo de la venganza de los soldados del Ejercito Rojo. Yelchenko convino en ello. Los acompañaron despues hasta el cubiculo, donde el teniente se encontro cara a cara con Friedrich von Paulus. El ruso no perdio tiempo en formalidades. "Bueno, esto se ha acabado", dijo a manera de saludo. El desdichado mariscal de campo lo miro a los ojos y asintio tristemente con la cabeza. La batalla de Stalingrado habia concluido. En cinco meses de lucha el 99 por ciento de la ciudad quedo reducido a escombros. Mas de 41000 viviendas, 300 fabricas, 113 hospitales y escuelas estaban en ruinas. Pero el precio en vidas humanas fue mucho mas alto, pues aquella batalla es la mas cruenta de la historia: alli murieron cerca de 2 millones de personas. Las bajas del Ejercito Rojo fueron de 750.000, contando muertos, heridos y desaparecidos. Las de los alemanes, aproximadamente 400.000. Los italianos perdieron 130.000 hombres; Hungria y Rumania casi 320.000 entre ambos. En cuanto a los civiles, un rapido censo revelo que, de mas de 500.000 habitantes que habia el verano anterior, quedaron apenas 1500. La mayoria murio en los primeros dias del ataque o huyo de la ciudad para refugiarse temporalmente en Asia. El porcentaje mayor de bajas de los soldados del Eje no se produjo en combate. Al rendirse el Sexto ejercito, los rusos hicieron mas de 500.000 prisioneros, de los cuales murieron 400.000 en los meses siguientes. En muchos casos, los sovieticos los dejaron morir de hambre. Despues de Stalingrado los rusos marcharon inconteniblemente hacia el oeste, derecho a Berlin. La URSS inicio en el Volga el ascenso a su actual categoria de superpotencia. Para los alemanes, fue el episodio mas descorazonador de la guerra. El pesimismo comenzo a adueñarse de la mente de quienes gritaban Sieg Heil! en las concentraciones de masas de Hitler. Stalingrado fue el comienzo del fin del Tercer Reich. Este grandioso trabajo fue realizado en esta dirección: http://www.artrev.8k.com/0000000133.htm