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Tema en 'Lo que Queda' comenzado por Pancho, 10/Feb/2006.

  1. 5alv4

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  2. Leonel

    Leonel A bit closer to Heaven

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    Y si era tan listo por que se murio?
     
    #5212
  3. polo

    polo Cuevino Milenario

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    Faith in humanity lost (?
     
    #5213
  4. 5alv4

    5alv4 ※0※0※0※

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  5. Montag

    Montag 1984

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    para pugly :D
     
    #5215
    A Ciclón de Hojas le gusta esto.
  6. ADPunk

    ADPunk The glider glides

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  7. Domingo

    Domingo Games Master

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    ¿Es como The Onion, pero en español? Excelente :D
     
    #5217
  8. Ciclón de Hojas

    Ciclón de Hojas Moonlight Ice Wizzard

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    Esto merece ser preservado. Tras meses de busqueda encontré que un alma caritativa se tomó el trabajo que yo mismo estaba a punto de realizar a falta de una fuente confiable: Transcribió la Selecciones de 1974, referente a Enemigo al Acecho de William Craig. Dicho documento es perfecto y no debe ser perdido. Sin mas se los dejo:

    Revista Selecciones. Enero 1974, por William Craig
    ------------------------------------------------------------------------------
    LA BATALLA DE STALINGRADO (sintesis)

    El barranco de Tsaritsa es una agreste hondonada que atraviesa
    la ciudad de Stalingrado. Antiguo lecho de un rio, de unos 60 metros de
    profundidad, baja bruscamente hacia el Volga, en cuya sinuosa ribera
    occidental se asienta la urbe. La Plaza Roja, su centro, no dista mucho del
    barranco donde solo hay maleza y basura. Muchos años antes, algunos aseguran
    que por orden expresa de Stalin, el Ejercito habia construido un fortin en
    aquella garganta, protegido por puertas a prueba de bombas y excavado muy
    profundamente en la vertiente norte del barranco. Para ser una instalacion
    militar rusa, el interior resultaba elegante. Los muros estaban recubiertos de
    chapa de roble; tenia hasta un retrete con agua corriente. Parecia el sitio
    optimo para establecer un cuartel general. Pero el 9 de septiembre de 1942 el
    Ejercito lo evacuo.
    Desde fines de agosto los alemanes sometian a Stalingrado a un
    fuerte bombardeo aereo y artillero, y gran parte de la ciudad ya estaba en
    ruinas. Una semana antes dos ejercitos alemanes habian hecho contacto,
    formando un semicirculo en torno a ella, y empezaban a penetrar en los
    suburbios. Los morteros alemanes bombardeaban el barranco sin cesar. Algunos
    dias antes se habia incendiado un deposito de petroleo, y las llamas
    incineraron virtualmente el puesto de mando.
    Nikita Jrushof, que posteriormente gobernaria la Union
    Sovietica, era entonces comisario politico del primer ministro Stalin ante el
    consejo militar establecido en el fortin. Presionado por los militares,
    Jrushof telefoneo a Stalin para explicarle que tendrian que evacuar el
    barranco y emplazar un nuevo puesto de mando al otro lado del Volga.
    Imposible!, protesto iracundo Stalin, Si la tropa se entera que el comandante
    ha abandonado a Stalingradom la ciudad caera. Pero Jrushof repitio sus
    argumentos, hasta que Stalin cedio, con la condicion de que se asegurara que
    la ciudad restiria.
    Pero tal cosa distaba mucho de ser una certeza. Antes de salir
    del fortin, Nikita llamo al general Golikov para indicarle que se quedase como
    enlace con el ejercito 62 ruso, unica fuerza de combate disponible para
    impedir a los alemanes tomar a Stalingrado.
    Tres dias despues, el 12 de septiembre, el general Friedrich von
    Paulus, comandante del Sexto Ejercito aleman, que atacaba Stalingrado, volaba
    a Vinnitsa, ciudad ucraniana, donde Adolfo Hitler habia establecido su cuartel
    general en una cabaña de troncos. Paso varias horas con el Fuhrer estudiando
    el frente de Stalingrado. El comandante afirmo que la toma de la ciudad era
    cuestion de dias. von Paulus tenia 51 años de edad, y era el paradigma de
    general aleman. Estaba impecablemente limpio y elegante a toda hora. Usaba
    guantes en campaña, porque aborrecia ensuciarse las manos. Adiestrado para
    cumplir con su deber, se mantenia al margen de la politica. Consideraba a
    Hitler un jefe excelente y, despues de verlo conquistar la mayor parte de
    Europa, lo tuvo por genio militar.
    A pesar de las enormes perdidas causadas por el frio y la
    encarnizada resistencia de los rusos, los alemanes se apuntaron nuevos
    triunfos en 1942. Al mando de Paulus, el Sexto ejercito inicio su campaña rusa
    en la primaveray conquisto rapidamente varios miles de km cuadrados en
    Ucrania. A fines de junio avanzaba por la estepa contra Stalingrado.
    Machacados por la inexorable maquina de guerra germana, muchos sovieticos,
    empavorecidos, engrosaban las multitudes de desertores. Centenares de miles se
    pasaban al enemigo; muchos millares mas huian del frente. A Paulus le parecia
    que aquello daba la razon a Hitler: era el jefe invencible.
    Concluida su conferencia con el caudillo, Paulus ceno aquella
    noche con el general Franz Halder, jefe del estado mayor. Los dos viejos
    amigos hablaron de la triunfal campaña de verano mientras brindaban con un
    buen vino. A diferencia de Paulus, Halder consideraba con ciertas reservas la
    "invencibilidad" de Hitler. Desde hacia varias semanas no dejaba de recordar
    al Fuhrer que las señales de desintegracion de los rusos eran ilusorias. Moscu
    aun estaba en pie; Leningrado se aferraba desesperadamente a la vida; el
    enemigo no estaba derrotado. Ademas, el jefe del estado mayor opinaba que la
    campaña del invierno anterior habia desangrado a Alemania. Cerca de 800.000
    hombres yacian enterrados en suelo ruso. La mayoria de las divisiones alemanas
    estaban reducidas al 50 por ciento de sus efectivos. Unos meses antes escribia
    Halder en su diario: "La tendencia cronica a subestimar la capacidad del
    enemigo esta asumiendo proporciones grotescas. Cualquier trabajo serio es
    imposible". Sus consejos no lograban mas que irritar a Hitler, quien sostenia
    con arrogancia que los rusos se tambaleaban y estaban a punto de recibir el
    tiro de gracia. Los selectos ejercitos del Tercer Reich jamas habian sucumbido
    en el campo de batalla.
    El plan original de Hitler no señalaba la captura de
    Stalingrado. Sus fuerzas, que comprendian el Sexto de Paulus y otros tres
    ejercitos, debian avanzar hacia el este, a traves de la polvorienta estepa,
    hasta la linea del Volga, de donde virarian al sur para dirigirse a los campos
    petroliferos del Caucaso. Pero el Fuhrer altero los planes en julio, al
    recibir un informe de sus servicios secretos de que los rusos tenian pocas
    divisiones dignas de confianza en la ribera occidental del Volga. Suponiendo
    que el Ejercito Rojo no opondria mucha resistencia en Stalingrado. Hitler
    ordeno al Sexto ejercito tomar la ciudad.
    Luego, confiado ciegamente, se puso a maniobrar con el delicado
    equilibrio de sus fuerzas y envio los otros ejercitos en angulo recto hacia el
    Caucaso, con lo cual quedaba solo el Sexto para penetrar profundamente en el
    territorio hostil de la Union Sovietica. Hitler se burlo al mostrarle Halder
    un informe del servicio secreto donde se calculaba que al este del Volga habia
    mas de un millon de soldados rusos de reserva intacta, y en seguida ordeno el
    traslado de mas divisiones alemanas a Francia y a Leningrado, en el norte del
    frente oriental. A pesar de todas estas limitaciones, Paulus se abrio paso
    triunfalmente hacia el este, y el 23 de agosto algunos contingentes de sus
    fuerzas ocupaban un corto tramo del Volga al norte de Stalingrado. Ese mismo
    dia los alemanes lanzaron su primer ataque aereo contra la ciudad. Volando en
    perfecta formacion, los Stukas y los Ju-88 bombardearon los abigarrados
    barrios residenciales del centro. A causa de la prolongada sequia, las llamas
    se propagaron rapidamente y en pocos dias ardia Stalingrado.
    Las explosiones derribaron la mayoria de las casas de la Plaza
    Roja. El edificio del sistema de aguas se desplomo de un impacto directo. La
    central telefonica se vino abajo y se interrumpieron todas las comunicaciones.
    Durante lo mas intenso del bombardeo, las autoridades de la ciudad lograron
    despachar desde una improvisada red de sotanos, pero la urbe era un monton de
    escombros. Aquella noche el agresivo y extravagante general Wolfram Freiherr
    von Richthofen, de la Luftwaffe, consignaba en su diario el efecto de las
    operaciones de sus pilotos: "Sencillamente paralizamos a los rusos".
    Era cierto, de una poblacion de 500.000, casi 40.000 murieron en los ataques
    aereos de los dias 23 y 24 de agosto. No habia puentes sobre el Volga, y al
    dia siguiente la poblacion civil se agolpaba en el muelle principal de los
    trasbordadores con la esperanza de alcanzar la orilla opuesta del rio. Pero
    los Stukas regresaron. No existian refugios; la multitud que estaba en el
    embarcadero oscilaba como pendulo, arrimandose primero a la orilla para salir
    luegom al pasar los bombarderos. Le caian encima racimos de bombas, y la
    ribera se fue poniendo resbaladiza por tanta sangre. Los Stukas atacaron
    tambien a los trasbordadores y hubo en el Volga una cadena de explosiones. El
    agua no tardo en llenarse de cadaveres que la corriente arrastraba lentamente
    hacia el Mar Caspio.
    El 2 de Septiembre, las fuerzas de Paulus, en el norte,
    establecieron contacto con el Cuarto Ejercito Panzer, que venia por el sur,
    cercando a Stalingrado con un semicirculo de divisiones de infanteria y
    acorazadas. Ya solo el rio y sus embarcaciones ofrecian una precaria linea de
    abastecimiento y refuerzos para la ciudad. Los sobrevivientes del ejercito 62
    ruso llegaban a la plaza en busca de refugio, y no de combate. El comandante
    del ejercito, general Alexander Lopatin, habia perdido la esperanza de salvar
    a la ciudad. Al confiar sus temores a su superior, el general Andrei
    Yeremenko, este lo destituyo sin mas. Para entonces estado mayor ya habia
    evacuado el barranco de Tsaritsa y ya habia asentado un nuevo puesto de mando
    al otro lado del Volga, en el bosque de Yamy. Yeremenjo y Jrushov celebraron
    alli una precipitada conferencia para escoger al sucesor de Lopatin. Eligieron
    al general Vassili Chuikov. De caracter ferreo, mostraba desden por los que se
    acobardaban facilmente. Se presento a Yeremenko a las 10 de la mañana del 12
    de Septiembre, el mismo dia en que Paulus volaba a Ucrania para entrevistarse
    con Hitler.
    Despues de cruzar el rio hasta Stalingrado, Chuikov se dirigio
    en automovil al barranco de Tsaritsa para conocer a su estado mayor. El puesto
    de mando estaba vacio y tuvo que preguntar a los soldados, en las calles,
    donde estaba el nuevo cuartel general. Alguien le dijo que lo habian
    trasladado a la colina de Mamaev, eminencia rocosa de 100 mts de altura.
    Antiguo cementerio tartaro, se habia usado en los ultimos tiempos como lugar
    de excursiones. Se dirigio al cerro en su coche y, al pasar por los escombros,
    Chuikov quedo pasmado por la debilidad de las fortificaciones. Comprendia que
    los alemanes podrian arrollarlos en cuestion de minutos y, una vez en lo alto,
    dominarian toda la ciudad. Observo algo mas: a pesar de ser verano, los
    arboles habian perdido las hojas tras el intenso bombardeo.
    La division 71 alemana penetro en el centro de Stalingrado por
    un frente de 3 km de anchura el 14 por la mañana. El capitan Gerhard Munch,
    comandante de batallon, de 28 años de edad, iba a la cabeza del tercer
    batallon del regimiento 194 de infanteria, que intentaba atravesar varias
    calles de la ciudad para apoderarse de la ribera. Si los alemanes capturaban
    el trasbordador, seria completo el cerco de Stalingrado. Munch creia tener
    excelentes posibilidades de llegar al Volga antes de anochecer; hasta ese
    momento sus soldados habian sufrido solo el calor de la estepa y esporadicos
    ataques de la retaguardia rusa. Pero una vez en las congestionadas calles de
    la ciudad, las bajas se multiplicaron. Las tacticas de guerra relampago no
    eran aplicables alli. Desde las ventanas de los pisos altos, francotiradores
    diezmaban sus columnas, y la artilleria ligera, disparando a quemarropa,
    causaba estragos en las filas. Con todo, hacia las 2 de la tarde se habia
    aproximado el tercer batallon hasta pocos centenares de metros de la estacion
    ferroviaria principal, muy cerca de la Plaza Roja, y Munch recibio orden de
    tomar el embarcadero de trasbordadores del Volga. A pesar de las crecientes
    bajas, Munch siguio confiado el avance. Su gente habia capturado a varios
    correos rusos que recorrian las calles con mensajes manuscritos. Deduciendo
    que las comunicaciones telefonicas del ejercito 62 ruso estaban interrumpidas,
    supuso que su diezmado batallon podria salvar los 800 metros que le faltaban
    para alcanzar el objetivo. El general Chuikov se vio entonces en situacion
    desesperada. De regreso en el fortin del barranco de Tsaritsa, le habian
    informado que la division 13 de guardias acudiria en su auxilio desde la otra
    orilla del Volga, que cruzaria de noche. Pero antes tendria que reunir
    suficientes tropas para defender el embarcadero.
    Convencido de que no podia competir con la densidad del fuego
    aleman, Chuikov emplazo una serie de fuertes pequeños que dominaban varias
    bocacalles. Estaban servidos por 1500 milicianos de la NKVD (policia secreta),
    organizados en pelotones de 10 y 20 hombres. Estos grupos de choque debian
    actuar como "rompeolas", para encauzar a las fuerzas blindadas nazis por vias
    de acceso batidas por la artilleria rusa. Cuando pasaran los tanques sobre las
    rutas previstas, hallarian un devastador fuego artillero. Una vez
    inmovilizados los tanques, las fuerzas de asalto se lanzarian contra la
    infanteria alemana, que quedaria expuesta tras las unidades blindadas en
    llamas. La lucha a tan corta distancia los defenderia de la Luftwaffe, pues
    los aviadores no se expondrian a bombardear a las mismas tropas alemanas.
    Mientras tanto, 800 metros al nordeste del fortin de Chuikov, un grupo de
    soldados de la NKVD se preparaba a contener el empuje final de los alemanes
    hacia el rio. Formados en arco alrededor del trasbordador principal, esperaban
    que su comandante, el coronel Petrakov, regresara de una descubierta. Para
    averiguar por donde pensaban los alemanes abrir brecha, el coronel y dos
    ayudantes suyos avanzaron bastante hacia el norte, hasta la Plaza Nueve de
    Enero. Aunque escuchaban el fuego lejano de armas ligeras, no vieron ningun
    enemigo ni les dispararon, la plaza estaba desierta, al lado de un automovil
    abandonado, se detuvieron a estudiar la situacion.
    De repente atraveso las ventanillas del coche una rafaga de
    metralleta que obligo a Petrakov a agacharse. Casi en el mismo instante,
    empezaron a estallar granadas por toda la plaza y una de las explosiones
    derribo al coronel, privandolo del sentido. Rescatado por sus hombres, recobro
    en conocimiento en un tunel, a orillas del Volga. Alli le informaron que los
    alemanes habian iniciado el ataque hacia el rio y que habian tomado un bloque
    de edificios cercano a la ribera.
    A la caida de la tarde, el capitan Ginderling envio a sus tropas
    desde la cerveceria hasta el muelle del trasbordador, a menos de 700 metros de
    distancia. Los 60 hombres de Petrakov formaron una fila defensiva alrededor
    del embarcadero y lucharon denodadamente, aunque andaban ya muy escasos de
    municiones. De pronto aparecio una lancha de motor que venia de la otra orilla
    del Volga con cajas de cartuchos y granadas. Reabastecidos, los soldados de
    Petrakov se prepararon a contraatacar. El coronel habia encontrado un cañon de
    76 mm en una calle lateral. Mientras trataba de aprender el funcionamiento
    del arma, ordeno avanzar cuando disparara el quinto cañonazo con la pieza
    recien adquirida. Petrakov apunto al Banco del Estado y, cargando el primer
    proyectil con mucho cuidado, lo disparo contra aquel edificio de hormigon. Iba
    a hacer otro disparo cuando llego a sus espaldas una lancha que le llevaba los
    primeros refuerzos de la division 13 de guardias. Pero los alemanes tambien la
    habian divisado, y la embarcacion se vio pronto rodeada de explosiones.
    Cercado por el fuego de la artilleria, el coronel Yelin,
    comandante del regimiento 42 de guardias, salto del barco al agua, que le daba
    a la rodilla, y corrio por el terraplen hasta el banco del rio. La situacion
    seguia siendo peligrosa, pero los rusos ignoraban un hecho importante: los
    alemanes tambien estaban al borde del colapso. Cerca de la estacion
    ferroviaria, al pasar lista, el capitan Munch comprobo que el combate de un
    solo dia en Stalingrado le habia costado la mayor parte de su batallon. Cerca
    de 200 de sus hombres yacian muertos o heridos en las calles que conducian a
    la Plaza Roja. La estacion seria un obstaculo aun mas mortifero. Aunque los
    rusos no la habian ocupado todavia con muchas fuerzas, Munch temia
    instintivamente ese lugar. Ocultos dentro de la vasta red de rieles, vagones y
    maquinas, un grupo relativamente pequeño de francotiradores podria causar
    grandes estragos en su ya diezmado contingente. El capital resolvio dar un
    rodeo y pedir un ataque aereo. Pero los Stukas, errando el blanco, soltaron
    sus bombas sobre las tropas de Munch. Al caer la noche el capitan reunio su
    batallon en la Casa de Gobierno, edificio a medio construir desde cuya terraza
    vio por primera vez el Volga. Al hacer nuevamente el recuento de su tropa,
    comprobo que le quedaban menos de 50 hombres para tomar el embarcadero.
    A menos de 500 metros del vivac de Munch, la division 13 de
    guardias estaba ya en tierra. Dos regimientos completos y un batallon de otro
    regimiento lograron cruzar el Volga bajo el intenso cañoneo. En la oscuridad,
    los rusos se desorientaron y volvieron a tropezar con los escombros de los
    dias anteriores, pero lograron formar una linea de defensa antes del alba.
    La division 295 alemana habia tomado ya la cima del Mamaev, donde dos torres
    de abastecimiento de agua permitieron improvisar un protegido puesto de mando.
    Pero las tropas rusas todavia ocupaban varias posiciones en las laderas del
    antiguo parque de excursiones, donde cavaron a toda prisa sus trincheras.
    Desde su puesto de mando del barranco de Tsaritsa, Chuikov
    trataba de ponderar la situacion del cerro, pero no podia hacerlo con los
    informes contradictorios que recibia. Dentro del fortin hacia un calor
    insoportable. Bañado en sudor, Chuikov salio varias veces al aire libre. Las
    ametralladoras alemanas disparaban cerca, pero no le importaba. Le parecia
    peor la confusion del interior del refugio. Desde la pradera de la orilla
    opuesta del Volga, el comandante de la division 13 de guardias estaba a punto
    de cruzar a Stalingrado. El general Alexander Rodimtsev, de 36 años de edad,
    no era novato en la guerra. Con el seudonimo de "Pablito Geshos" habia luchado
    contra Franco en España, en 1936, al lado de los republicanos leales. Al
    amanecer el 15 de septiembre se paseaba por la orilla del rio y apenas podia
    creer lo que veia: Stalingrado ardia con llamas brillantisimas, y el fuego de
    la artilleria enemiga destrozaba las lanchas que llevaban sus tropas a la
    ciudad. Mientras el general observaba, una de las embarcaciones quedo envuelta
    en humo; luego se oyo una explosion ensordecedora que abarco un diametro de
    100 metros. Cuando cayeron de nuevo al agua los surtidores que saltaron, habia
    desaparecido la embarcacion con sus 65 ocupantes.
    Rodimtsev y su estado mayor tomaron su propia lancha y se
    agazaparon tras las bandas mientras salian retrocediento lentamente hacia la
    corriente. Los cascos de metralla pegaban en la madera, y se alzaban
    surtidores de agua al estallar cerca las granadas. Pero la lancha pudo llegar
    al embarcadero principal y Rodimtsev corrio otros 400 metros al norte, hasta
    su puesto de mando, un tunel mal ventilado con el techo de tablones viejos.
    Ansioso de presentarse a Chuikov, el general ordeno que lo acompañaran cinco
    oficiales de sus estado mayor. Corrieron terraplen abajo hasta el
    embarcadero, de donde doblaron al occidente y salvaron otros 800 metros hasta
    llegar al fortin subterraneo del barranco de Tsaritsa. En aquel breve
    recorrido las granadas mataron a tres de sus compañeros. Abrazando a
    Rodimtsev, que estaba lleno de polvo, Chuikov le pidio que le diera noticias
    de los esperados refuerzos. La mayor parte de la division ya habia atravesado
    el rio, anuncio Rodimtsev, pero les hacian falta unos 2000 fusiles.
    El 17 de Septiembre, en el cuartel general del Sexto ejercito en
    Golubinka, 65 km al norte de Stalingrado, unos periodistas alemanes insistian
    ante el general Paulus en que les diese permiso de transmitir la noticia de la
    toma de la ciudad. Esquivando una respuesta directa, Paulus respondio: "Calma.
    En cualquier momento podran anunciarlo". Pero en sus habitaciones, el general
    escuchaba el fonografo, fumaba un cigarrillo tras otro y trataba de aliviar el
    dolor de vientre que le producia la disenteria. La verdad era que habia
    perdido la esperanza de alcanzar una victoria fulminante. Desde el barranco de
    Tsaritsa hasta el cerro de Mamaev, los alemanes sufrian el peso de los
    refuerzos de Chuikov. Habian muerto casi 6000 soldados de la division 13 de
    guardias, pero el sacrificio de esas vidas sirvio a los rusos para que ganaran
    varios dias de importancia decisiva. De los lejanos Urales acudian a marchas
    forzadas mas refuerzos para la ciudad asediada. La division 284, mandada por
    el coronel Nikoali Batyuk, llegaba de los confines de la remota Siberia.
    La mayoria de sus hombres eran de raza mongolica, oriundos de la frontera con
    Mongolia; reclutas bisoños de 18 y 19 años que jamas habian visto a un aleman.
    Llevaban cerca de 1100 km de marcha hacia el oeste masticando las raices del
    arbusto smolka, sustituto de la goma de mascar, con sabor a regaliz, y
    bebiendo todo el vodka que encontraban a su paso. Empezaban a cruzar el rio
    en la brumosa mañana del 22 de septiembre.
    El sargento Alexei Petrov atraveso el Volga y lo destacaron al
    sector norte, cerca de Latashanka. Durante diez dias le habian dado
    instrucciones apresuradas sobre el manejo del cañon de 122 mm; pero, por falta
    de tiempo, el exasperado instructor le dijo que aprendiese por su cuenta lo
    que pudiese. Su bautismo de fuego fue espantoso. Casi la mitad del regimiento
    de Petrov murio al cruzar el rio. Cuando por fin ganaron la otra orilla, tres
    exploradores fueron por delante para reconocer la fuerza enemiga. Dos
    regresaron. Petrov empuño los gemelos para escudriñar la tierra de nadie en
    busca del compañero faltante. Lo vio despatarrado boca arriba. Los alemanes le
    habian atravesado el vientre con la bayoneta calada. Petrov y su peloton se
    enfurecieron. Saltaron gritando de sus trincheras y avanzaron a paso veloz.
    Irrumpieron en las casas y mataron a cuantos se les ponian enfrente.
    La division 71 alemana siguio avanzando paso a paso hacia el
    embarcadero principal. Aun se sostenian algunos puntos de resistencia que
    imponian un terrible costo a la operacion, pero al final fueron eliminados. En
    la Plaza Roja, centro de la ciudad, los cadaveres yacian esparcidos
    grotescamente sobre el cesped y en las aceras. Unos charcos rojos señalaban
    los lugares donde habian caido. Otros rastros de sangre describian caprichosos
    dibujos en las calles, indicando la ruta seguida por los heridos en busca de
    refugio. La gran tienda Univermag estaba hecha trizas y desierta; los
    maniquies de las vitrinas, desparramados, yacian en posturas absurdas, cuerpos
    sin vida acribillados a balazos. Adentro, rusos y alemanes se amontonaban por
    los pasillos, unidos en la muerte. La tienda era un deposito de cadaveres.
    El Soviet de la ciudad, el Club del Ejercito Rojo y el Teatro Gorki estaban
    vacios, con las paredes marcadas por los agujeros ennegrecidos de la metralla
    y las ventanas sin cristales. En las calles adyacentes las tiendas estaban
    arrasadas. Habia tomates podridos y pulpa de sandia en descomposicion
    esparcidos en las aceras; con las verduras se mezclaban trozos de cuerpos
    humanos; las moscas pululaban por los despojos.
    En lo que antes habia sido un restaurante de moda, al oriente,
    junto a la salida del barranco de Tsaritsa, las enfermeras y los medicos rusos
    se esforzaban en evacuar a los heridos. Mas de 700 habian salido el dia
    anterior en un abigarrado surtido de embarcaciones que apenas estaban en
    condiciones de navegar. En ese momento transportaban hacia la orilla cerca de
    600 victimas. Los alemanes se iban acercando. Sus ametralladoras barrian con
    fuego nutrido a las multitudes que se agolpaban en el muelle. Los soldados
    rusos formaron una linea de defensa, con la que mantuvieron a raya a los
    atacantes hasta que los ultimos heridos se arrastraron penosamente a bordo de
    los barcos. Luego, avanzaron los alemanes y, por fin, tomaron el embarcadero
    principal de trasbordadores. Salvo algunos focos de resistencia aislados, el
    Sexto ejercito dominaba ya la ribera del Volga a lo largo de varios km al
    norte y al sur del barranco de Tsaritsa. Solo les faltaba conquistar el
    distrito fabril del norte de Stalingrado.
    En Vinnitsa, aquella buena nueva no entusiasmo a Hitler, que
    refunfuñaba en su cabaña de troncos. Dos semanas antes habia estallado en
    colera en un debate con el general Jodl por la direccion de la campaña, y
    desde entonces el Fuhrer se habia negado a fraternizar con los hombres que le
    servian. Enfurecido por la "insubordinacion" de su estado mayor, disgustado
    por la falta de progresos en el Caucaso y a lo largo del Volga, el 24 de
    Septiembre llamo a Franz Halder y lo destituyo. Halder fue directamente a su
    habitacion a hacer sus maletas, pero antes de partir escribio una breve nota a
    su amigo y discipulo Friedrich von Paulus, diciendole que habia "dimitido" y
    que agradecia su lealtad y amistad. Paulus recibio el mensaje de Halder en el
    momento en que sus soldados izaban una enorme cruz gamada en el edificio de la
    matrecha tienda Univermag. Pero el general no tenia deseos de celebrar los
    triunfos. El recorrido de seis semanas desde el Don hasta el Volga habia
    costado casi 8000 vidas y 31000 heridos; se perdio una decima parte de Sexto
    ejercito. Ademas, sabia que aun no se habia entablado la batalla mas dificil.
    Al norte del embarcadero de trasbordadores, al norte de la colina Mamaev, tan
    encarnizadamente disputada, quedaba la llave de la ciudad: las fabricas que
    hacian de Stalingrado un importante bastion para los rusos. Alli pesaba sobre
    el Sexto ejercito la mayor amenaza. Y Paulus necesitaba mas tropas y
    municiones.

    En su rustico puesto de mando atrincherado, Vassili Chuikov se
    preparaba, chorreando sudor, para la etapa siguiente de la ofensiva alemana.
    El general ruso acababa de recibir una carta de su esposa. Decia a su marido
    que lo habia visto en un noticiario cinematografico y que los niños estaban
    bien. Pero el general sabia que aquello era falso. Su ayudante se habia
    enterado de que la hija menor de Chuikov sufria un ataque agudo de disenteria
    y que la familia estaba en grandes apuros para procurarse comida, vestido y
    otros articulos de primera necesidad. Por fortuna iban llegando refuerzos por
    los nuevos pasos del rio que Chuikov habia improvisado despues de perder el
    embarcadero del centro. El enlace mas vital era el cruce del ejercito 62,
    agrupacion de atracaderos situados detras de la central Octubre Rojo y la
    fabrica de cañones Barrikady, donde desembarcaba la mayoria de los soldados al
    abrigo de las empalizadas.
    Los viajes al cruce del 62 eran una horrible pesadilla cada
    noche para los soldados que acudian a la batalla. La vista de la ciudad en
    llamas, el estruendo de millares de cañones, les producian estremecimientos.
    Pero los comisarios politicos del partido comunista, los politrook, estaban
    siempre a su lado trabajando con infatigable celo para calmarlos. Para evitar
    que desertaran saltando por la borda, mantenian la mano en la pistola que
    llevaban al cinto. Desde su atalaya de la colina de Mamaev, los alemanes
    avistaban esas embarcaciones y ordenaban a su artilleria hacer fuego. Mientras
    las bombas llovian a su alrededor, los politrook distraian a los soldados
    leyendoles periodicos o repartiendo correspondencia. Asi cruzaron a
    Stalingrado casi 100.000 soldados de refresco hasta el mes de octubre. Pero en
    tal profusion que Chuikov seguia con solo 53.000 hombres capaces de combatir.
    En menos de un mes el ejercito 62 ya habia perdido mas de 80.000 combatientes.

    Durante el mes de octubre los alemanes atacaron obstinadamente
    las tres fabricas principales situadas al norte de la colina de Mamaev,
    empeñados en aplastar a los rusos. El dia 20 ya habian tomado toda la fabrica
    de tractores e irrumpido en el enorme edificio de la fabrica de cañones
    Barrikady. Mas al sur ocuparon el sector occidental de la central Octubre
    Rojo. Era una lucha de casa en casa, de sotano en sotano, de crater de bomba
    en crater de bomba. En un lapso de tres dias, Chuikov perdio 13.000 hombres;
    la tercera parte de las fuerzas que le quedaban. Tan solo el 14 por la noche
    llegaron a los embarcaderos del Volga 3500 heridos. Mientras esperaban los
    remolcadores de salvamento, las aguas del rio hervian bajo una lluvia de
    balas y cañonazos. Y cuando por fin lograban arrimar las lanchas, en algunas
    no quedaba ni un solo tripulante vivo para ayudar a embarcar a los heridos.
    Tambien las perdidas alemanas eran cuantiosas. Cinco batallones
    de los celebres "ingenieros de asalto", que sumaban cerca de 3000 hombres,
    perdieron la tercera parte de sus efectivos en unos cuantos dias. Su
    comandante, el coronel Herbert Selle, creia que Stalingrado no valia el precio
    que estaba costando. Opinaba que la batalla habia degenerado en una contienda
    personal entre la egolatria de Hitler y de Stalin. Pese a unas cuantas
    victorias, los alemanes no tenian poderio suficiente para desalojar
    completamente de la ciudad a los rusos, y el frente quedo estabilizado,
    inmovil. Pero en esto, al norte del rio Don, se producian nuevos movimientos.
    De noche, en largos trenes procedentes de la zona de Moscu y de los Urales,
    llegaban mas de 200.000 soldados rusos de refuerzo. Las baterias de artilleria
    pesada, centenares de tanques y cerca de 10.000 caballos fueron llegando por
    la via unica para concentrarse en puntos situados de 150 a 200 km al noroeste
    de Stalingrado. Los comisarios politicos sovieticos trabajaban sin descanso
    para fanatizar a las tropas. Cada nuevo recluta recibia su fusil en una
    ceremonia oficial ante las banderas de su regimiento. Se entonaban cantos
    guerreros y los funcionarios del partido declamaban arengas patrioticas.
    Los alemanes no pudieron dejar de observar la concentracion de
    esos refuerzos: ya desde el 27 de octubre, Paulus se habia enterado
    perfectamente de la situacion. Algunos desertores rusos informaron a los
    interrogadores de la llegada de tropas, no solo al Don, sino al sur de
    Stalingrado, frente al Cuarto ejercito acorazado. Al parecer los rusos
    montaban un ataque contra ambos flancos de los alemanes. Hacia mucho que
    preocupaba a Paulus esa amenaza. En su tactica para la toma de Stalingrado
    habia contado con levantar una barrera en el flanco izquierdo para asegurar
    las lineas de abastecimiento y detener cualquier ataque procedente del norte.
    Desgraciadamente, Paulus tuvo que confiar alli en los ejercitos de tres
    naciones satelites. En el extremo noroeste, los soldados del Segundo ejercito
    hungaro se habian atrincherado a lo largo del alto Don. A continuacion
    ocupaban otro largo tramo del rio los contingentes del Octavo ejercito
    italiano. Y, por ultimo, estaba el Tercer ejercito Rumano. El alto mando
    aleman habia interpuesto a los italianos entre otros dos ejercitos tratando de
    evitar la posibilidad de que los dos antiguos enemigos se olvidaran de los
    rusos para atacarse mutuamente.
    Los tres ejercitos habian sido organizados sin orden ni
    concierto. Los jefes de las fuerzas rumanas y hungaras eran, en su mayoria,
    funcionarios politicos, sin conocimientos tacticos. En ambos ejercitos
    campeaban la corrupcion y la ineficacia. El soldado raso llevaba la peor
    parte; mal dirigido y alimentado tenia que soportar privaciones inauditas. Los
    oficiales azotaban a la tropa a la menor falta. Cuando la accion resultaba
    peligrosa, muchos jefes se marchaban tranquilamente a su pais. Para colmo, los
    soldados estaban equipados con armas anticuadas de la primera guerra mundial.
    En el ejercito italiano la situacion era muy parecida. Forzados a combatir
    lejos de su patria, desconfiados de los lazos entre la Alemania nazi y la
    Italia fascista, a estos legionarios nada les importaba la cruzada por el
    Lebensraum o espacio vital; estaban en Rusia porque Mussolini se ganaba el
    favor de Hitler dandole carne de cañon.
    En la zona comprendida entre el Don y el Volgam al occidente de
    Stalingrado, Paulus habia concentrado virtualmente todas sus divisiones de
    ataque con el proposito de tomar la ciudad. Pero dejo asentada la mayoria de
    sus puestos de abastecimiento en la orilla occidental del Don. Era esta
    vulnerable zona de la retaguardia la que el alto mando ruso habia señalado
    como objetivo principal de la primera fase de su "Operacion Urano". A las
    6:30 de la mañana del 19 de Noviembre, entre Serafimovich y Kletskaya, la
    oscuridad que precedia al alba se ilumino en un incendio de llamas rojas y
    anaranjadas cuando 3500 cañones rusos anunciaron el ataque. Los soldados
    rumanos, agazapados en sus trincheras, vieron que las explosiones de las
    granadas recorrian con terrible precision todas sus lineas. Los fortines se
    derrumbaban y dejaban sepultados a centenares de hombres; los combatientes se
    tapaban los oidos para librarse del infernal estruendo. Cuando al fin ceso el
    cañoneo preparatorio, de entre la niebla y la nieve salieron tanques T-34 para
    irrumpir en las filas de los desconcertados rumanos. La mayoria de ellos,
    aterrorizados por los tanques, tiraron las armas y empezaron a correr
    gritando despavoridos.
    El Golubinka, 80 km al sudeste, Paulus y el general Schmidt,
    jefe de su estado mayor, recibieron con serenidad la noticia del ataque. Ambos
    jefes analizaron la situacion. Schmidt opino: "Podremos resistir". Paulus
    convino en ello y ordeno al cuerpo del ejercito 48 acorazado, mandado por el
    general Heim, avanzar hacia el norte para taponar la brecha del Don. Dos mil
    kilometros al oeste de allim Hitler estaba comodamente instalado en su retiro
    del Berghof, en los Alpes bavaros. Estudiaba en una tranquila sala de
    conferencias los ultimos mapas de la batalla y examinaba el flanco izquierdo
    del Sexto ejercito. Sin precipitacion, dueño de si, pondero las opciones y dio
    una orden: primera de las muchas decisiones nefastas que tomaria en las
    semanas siguientes. En efecto, ordeno al general Heim avanzar rapidamente
    hacia el sur, a Blinov, donde los rusos tambien habian logrado penetrar
    profundamente. De mal grado, Heim hizo un alto brusco y viro casi 180 grados
    sus columnas para dirigirse hacia el nuevo destino: en direccion opuesta al
    objetivo que habia señalado Paulus.
    No intervino la aviacion en el drama de la estepa, pues el mal
    tiempo obligaba a permanecer en tierra a los aviones rivales. Durante rodo el
    dia los tanques rusos recorrieron la llanura blanca, atacando depositos de
    abastecimiento y centros de comunicaciones, retirandose luego al amparo de la
    bruma y asestando nuevos golpes a muchos km de distancia. Esta tactica
    confundio y desmoralizo a los alemanes. De los informes recibidos por radio en
    Golubinka se deducia que los rusos estaban a 65 km al sur del Don, a 80 al
    sudoeste, en todas partes!. En las voces que llamaban por telefono al cuartel
    general del Sexto ejercito pidiendo instrucciones se advertia gran
    nerviosismo. Se relajo la disciplina; los comandantes de unidades ordenaban
    arbitrariamente a sus tropas marchar hacia el este, a Stalingrado. Los
    soldados estaban temerosos y hostiles con sus superiores, que, para mantener
    el orden, recorrian las filas amenazando con instruir consejo de guerra a los
    insurrectos.
    Al sur de Stalingrado se agrupaban tres ejercitos comandados por
    Yeremenko que debian ejecutar en un frente de 200 km la segunda fase de la
    contraofensiva sovietica. A las 10 de la mañana del 20 de noviembre abrio
    Yeremenko el fuego artillero, y el Cuarto ejercito rumano huyo a la
    desbandada. Unas cuantas horas despues el asombrado comandante en jefe
    telefoneaba a Moscu para informar que habia capturado unos 10.000 prisioneros.
    Muy alarmado por la ruptura de ambos flancos, el general Paulus recomendo que
    el Sexto ejercito se retirara del Volga a posiciones mas defendibles, al
    sudoeste. Pero el Fuhrer opinaba otra cosa, y respondio con una orden
    perentoria: "El Sexto Ejercito resistira en sus actuales posiciones pese a la
    amenaza de cerco temporal. Dare ordenes especiales e inmediatas para el
    abastecimiento aereo." Mientras Paulus y Schmidt reflexionaban en torno al
    mensaje, se recibio un telefonema del teniente general Fiebig, comandante del
    Octavo Cuerpo aereo. Al enterarse de que un ejercito entero debia ser
    abastecido por aire, Fiebig colgo el telefono para llamar a su jefe, el
    general von Ritchhofen, quien a su vez telefoneo a un ayudante del mariscal
    del Reich, Hermann Goering. "Tiene usted que impedirlo!", le dijo encolerizado
    Richthofen; con este maldito tiempo no hay esperanza de abastecer desde el
    aire a un ejercito de 250.000 hombres.
    Aquella noche los implacables vientos que ululaban sobre la
    estepa amontonaron la nieve en cordilleras diminutas sobre la monotona
    llanura. Bajo mas la temperatura y el cielo anunciaba nuevas nevadas. A las 2
    de la tarde del 22 de noviembre, Paulus y Schmidt, que habian ido en avion a
    un centro de comunicaciones situado al oeste de Stalingrado, regresaron al
    aerodromo de Gumrak, cerca de la ciudad. Volando sobre el grueso de su
    ejercito encerrado entre el Don y el Volga, los generales vieron alla abajo
    resplandores de las hogueras donde los soldados del Sexto Ejercito comenzaban
    a quemar el equipo que les estorbaba.
    El puente de Kalachm ruta de escape de los alemanes a traves del
    Don, cayo en poder de los rusos el dia 22. Y al dia siguiente los tanques
    sovieticos procedentes del sur hacian contacto con las tropas uniformadas de
    blanco que llegaban del norte. Los soldados rusos, delirantes de alegria,
    bailaban en la nieve para celebrar un triunfo increible. En menos de 96 horas
    habian cerrado la trampa en torno al Sexto ejercito aleman. Dentro de aquella
    bolsa habia mas de 250.000 soldados germanos atrapados, aislados en una vasta
    llanura de nieve. Pero las lineas rusas aun eran debiles, y el general Paulus
    estaria pronto en condiciones de romper el cerco y salir del Kessel. Paulus
    habia concentrado un ariete compuesto de unidades blindadas, artilleria e
    infanteria motorizada que se abriria paso hacia el sudoeste. Sin embargo,
    pasaban las horas y Paulus no ordenaba el ataque. Hitler no habia aprobado la
    maniobra. Paulus envio un cablegrama solicitando libertad de accion ante la
    falta de abastecimiento. Mientras trasmitian este mensaje, uno de los
    generales de Paulus ordeno por propia iniciativa a la division 94 de
    infanteria evacuar su sector, en el extremo nordeste de la bolsa. Intentaba
    con ello obligar a las demas unidades alemanas a efectuar retiradas similares
    que, a su vez, forzarian a Paulus a abandonar el Kessel.
    Pero al dejar sus posiciones la division 94, le cayo encima el
    ejercito 62 sovietico. Sorprendida al descubierto, indefensa contra la oleada
    de ataque del ejercito rojo, la 94 quedo aniquilada hacia el amanecer. La
    noticia puso frenetico a Hitler. Vociferando contra Paulus por desobedecer sus
    instrucciones de resistir, envio un mensaje al estado mayor del Sexto ejercito
    en el que declaraba: "El frente actual del Volga y el frente del norte se
    deben sostener a toda costa. Llegaran abastecimientos por aire."
    Sin embargo, Hitler ignoraba aun si la Luftwaffe seria capaz de
    apoyar al Sexto ejercito, y esperaba la autorizada opinion de Hermann Goering.
    Como este no habia podido cumplir su promesa de doblegar a Inglaterra ni logro
    evitar los ataques aereos en masa de los aliados contra el territorio patrio,
    su ascendiente dentro de la jerarquia del partido nazi habia menguado. Cuando
    surgio la cuestion del puente aereo a Stalingrado, Goering vio la oportunidad
    de rehabilitarse. Pese a que le advirtieron que el Sexto ejercito requeria 500
    toneladas diarias, fanfarroneo: "Yo me encargo de eso". Asi se perdieron horas
    valiosas. Pocos dias despues habia 60 unidades sovieticas, acampadas en el
    perimetro del Kessel. Al sur y al oeste, otras 80 unidades del Ejercito Rojo
    se disponian a frustrar cualquier intento de socorrer al general Paulus.
    Mientras en sus bases mas cercanas a Stalingrado, los aviadores
    alemanes se afanaban para que su puente aereo tuviera exito. Los trasportes
    trimotores Ju-52 volaban desde aeropuertos muy lejanos. Algunos aparatos eran
    antiguos y poco seguros; a otros les faltaban cañones y radio. El 25 de
    noviembre despegaron los primeros trasportes aereos con destino al aeropuerto
    de Pitomnik, dentro del Kessel. Durante dos dias lucharon sin cesar para salir
    y volver con municiones y combustible. Al tercer dia, el 27 de noviembre, el
    mal tiempo obligo a suspender todas las operaciones, y el general Fiebig hizo
    el triste balance: en las primeras 48 horas se habian entregado solo 130
    toneladas de carga. Apesadumbrado, escribio en su diario: "Tiempo atroz.
    Tratamos de volar, pero no es posible. Una tempestad de nieve sigue a la otra.
    La situacion es deseperada."
    El general von Ritchthofen era de la misma opinion. Considerando
    inutil el puente aereo, telefoneo a los ayudantes de Hitler y les adivirtio
    que el Sexto ejercito tendria que romper el cerco antes de perder su
    movilidad. El general encarecio a los oficiales que trasmitiesen su dictamen a
    Hitler. Asi lo hicieron, pero el Fuhrer no cambio de parecer. Si el Sexto
    ejercito sale de Stalingrado, declaraba Hitler, "jamas volveremos a tomar la
    plaza."
    El 30 de noviembre 40 bombarderos He-111 se unieron a los
    trasportes Ju-52 para abastecer a Stalingrado. Tan pronto como aterrizaban,
    los soldados pululaban por los aparatos para descargarlos, e incluso extraian
    combustible de los depositos de las alas para reaprovisionar los del Kessel.
    Aquel dia llegaron casi 100 toneladas de pertrechos urgentes. Reanimado,
    Paulus creyo que la Luftwaffe estaba a punto de satisfacer sus exigencias.
    Mas no era asi. Llego otra onda de mal tiempo y durante los dos dias
    siguientes casi ningun avion logro aterrizar en el aerodromo. Sin embargo, a
    pesar de estar copados, la disciplina y la organizacion del Sexto ejercito
    seguian siendo excelentes. Dada la gravedad de la situacion, el Sexto ejercito
    operaba mejor de lo que era de esperar. Pero se veian ya algunos indicios de
    declive. El 9 de diciembre cayeron muertos dos soldados. Fueron las primeras
    victimas del hambre.

    Hitler no habia abandonado totalmente al Sexto ejercito. Desde
    el 21 de Noviembre habia enviado al mariscal de campo Erich von Manstein, el
    vencedor de Francia, en auxilio de Paulus. Sin embargo, la mision primordial
    de Manstein era forzar un corredor desde el sur hasta el Sexto ejercito, para
    que llegaran por alli los pertrechos. Jamas se le ordeno que liberara a las
    tropas cercadas. El empuje de Manstein no comenzo hasta el 12 de diciembre, y
    resultaria inutil a la postre, pues cuando el exito ya estaba al alcance de la
    mano, Hitler retiro esa fuerza para apoyar a un ejercito italiano que se
    desmoronaba en el norte. La estepa se estaba convirtiendo en un reguero de
    aviones destrozados. Era impresionante el numero de vuelos que se intentaban
    diariamente, pero las estadisticas ocultaban un hecho fundamental: los
    pertrechos no llegaban a la tropa encerrada en el Kessel. El mal tiempo
    incesante obligaba a algunos aviones a abandonar sus misiones; los rusos
    comenzaban a hostilizar con sus cazas la ruta aerea y a reforzar sus baterias
    antiaereas. Los errores humanos causaron otra serie de contratiempos. Como la
    Luftwaffe no permitia a los oficiales de intendencia del ejercito revisar los
    cargamentos detinados a Stalingrado, los hambrientos soldados de Pitomnik
    solian abrir cajas de articulos totalmente inutiles, como fundas de granadas
    sin granadas, o toneladas de condimentos, cuando los soldados comian ratones.
    El 18 de diciembre Paulus inspecciono el frente. Se sintio
    terriblemente abatido, pues comprobo los estragos fisicos de la tropa. Los
    soldados trabajaban lentamente y eran indiferentes a las voces de mando.
    Tenian el rostro demacrado, y algunos tenian perdida la mirada de unos ojos
    hundidos tras los pomulos salientes. Alentados por la falsa esperanza de que
    Manstein iba ya en su auxilio, los soldados del Sexto ejercito resistieron con
    admirable estoicismo el racionamiento y el implacable invierno. Sin embargo,
    la Navidad les hizo ver que probablemente der Kessel seria su tumba.
    Las defensas fisicas y morales se desmoronaban, y los famelicos
    ocupantes de la fortaleza de Stalingrado empezaban a flaquear. Las severas
    medidas instituidas por Paulus para conservar las provisiones de boca
    agudizaban ya la precaria situacion. El asediado general no tenia mas remedio
    que racionar los viveres. Pero espero a que pasara la Navidad antes de
    anunciar raciones casi de hambre. El riguroso racionamiento fue un golpe
    mortal para el animo de los combatientes.
    Uno de los visitantes frecuentes del aerodromo era el comandante
    Coelestin von Zitzewitz, oficial de enlace de Hitler. Nada servil, este
    oficial escribia informes objetivos de lo que presenciaba. Acudia a todas
    partes: a las trincheras del frente, a los hospitales y a los depositos de
    municiones; hasta los oscuros y humedos fortines donde la falta de combustible
    causaba neumonias y otras infecciones en la tropa. Sentado entre montones de
    ratones y ratas hambrientas, vio horrorizado como atacaban los roedores a un
    soldado que tenia los pies congelados y le comian los dedos mientras dormia.
    El comandante von Zitzewitz no omitio ningun dato que comunicar a Hitler. Pero
    sus informes tuvieron un efecto imprevisto en el cuartel general del Fuhrer en
    Prusia Oriental, puesto que el estado mayor de Hitler, al ver informes tan
    derrotistas, penso que el comandante habia sido capturado. Asi, los informes
    de Zitzewitz fueron descartados, pensando que se trataban de maniobras
    sicologicas rusas.
    A las 10 de la noche del 31 de diciembre la artilleria rusa
    emplazada en los alrededores del Kessel inicio un tremendo cañoneo a guisa de
    lugubre bienvenida al año nuevo. Como por milagro, se habia formado un puente
    flotante de tempanos de hielo en el Volga, y atravesaban el rio centenares de
    camiones todos los dias. En medio del rio, los agentes de trafico encauzaban
    los convoyes de armas y bagajes hacia los depositos instalados en la otra
    orilla. Se empezaban a acumular en trincheras y pozos cajas de alimentos
    enlatados, procedentes de los EEUU, en todas las lineas de defensa, desde el
    barranco de Tsaritsa hasta las fabricas de tractores. Las municiones abundaban
    a tal punto que los artilleros rusos podian darse el lujo de disparar
    proyectiles antitanque contra solitarios soldados alemanes.
    Durante los primeros dias de enero, los puestos alemanes de
    observacion de los linderos meridional y occidental del Kessel comunicaron por
    telefono alarmantes informes de una nueva concentracion de tropas rusas. Pero
    los germanos no podian hacer nada; tenian que economizar las municiones para
    cuando se iniciara el ataque. Los rusos, sabedores de eso, montaron enormes
    cocinas de campaña desde las cuales iba hasta las trincheras del Sexto
    ejercito el aroma de apetitosos guisos. Esa tortura fue peor para los
    hambrientos soldados que la vista de los tanques y cañones, presagio de un
    desastre inminente.
    El ataque empezo poco despues de las 8 de mañana del 10 de
    enero, a los 48 dias de haberse cerrado el cerco, cuando 7000 cañones rusos
    rugieron al unisono. Al cabo de dos horas el cañoneo sovietico habia roto el
    frente aleman como si fuese una cascara de huevo, y al terminar el dia, el
    Sexto ejercito se retiraba en completo desorden hacia Stalingrado. El Kessel
    comenzaba a reducirse de tamaño notablemente. Ya habian desaparecido ocho
    divisiones. Solo la 29 motorizada conservaba aun suficiente empuje para
    combatir al enemigo en el extremo occidental de la bolsa. Pocos dias despues
    los sovieticos arrollaron el aerodromo de Pitomnik. Era el principio del fin.
    Perdido Pitomnik, el aeropuerto de Gumrak, al borde de
    Stalingrado, se lleno de miles de heridos. Los camiones repletos de soldados
    mutilados paraban frente a los hospitales, pero, como los conductores tenian
    que seguir adelante por falta de espacio, dejaban su cargamento sin que nadie
    se ocupara de los heridos.
    El 22 de enero Paulus intento convencer a Hitler de que lo unico
    procedente era rendirse. Pero Hitler rechazo la idea con este mensaje:
    "Capitulacion imposible. Las tropas defenderan hasta la ultima de sus
    posiciones". Despues de leerlo, Paulus salio de Gumrak hacia un sotano de
    Stalingrado. Aquel mismo dia el capital Gerhard Munch, que desde mucho tiempo
    antes habia entrado combatiendo en Stalingrado, vio un espectaculo que jamas
    olvidaria. Le habian ordenado salir del Kessel, pues sacaban de alli a ciertos
    especialistas para formar nuevas unidades; pero al aterrizar en Gumrak tres
    Ju-52, una turba de heridos asalto las puertas de los aviones y, arañandose
    unos a otros y pisoteando a los mas debiles que se rezagaban, se metieron en
    las cabinas. Munch logro subir a su avion mientras la metralla rusa barria a
    la multitud; el piloto acelero los motores y trataba en vano de despegar.
    Asomandose a las ventanillas, Munch vio unos 50 hombres aferrados a las alas
    como podian. Al ir acelerando el Ju-52, los polizones fueron cayendo,
    arrancados por el viento. Libre de aquel lastre, el avion despego y se alejo
    rapidamente del Volga.
    El 24 de enero por la mañana, la "carretera de la Muerte", como
    la llamaban los conductores de los camiones a la que llevaba a Stalingrado,
    era un tramo de ocho km de nieve empapada de sangre congelada que dejo a su
    paso el Sexto ejercito cuando iba a ocupar sus ultimas posiciones. Para
    entonces mas de 100.000 alemanes se habian refugiado en los oscuros sotanos de
    la ciudad. Atrapados en aquellas guaridas, los soldados esperaban atemorizados
    oir en cualquier momento los pasos de los rusos. Pero los sovieticos avanzaban
    con gran cautela, sin prisas, sobre los escombros cubiertos por un manto de
    nieve. En incontables escaramuzas, en las calles adyacentes, se escuchaba la
    orden "Raus! Raus!" (Afuera!) al cesar el tiroteo, y los alemanes salian de
    sus escondrijos con las manos en alto. Otros olvidaban por el momento el temor
    a la captura mientras reñian otra fiera batalla con los piojos.
    El cuartel general del Sexto ejercito se traslado al
    semiderruido edificio de los almacenes Univermag, que daba a la Plaza Roja.
    Las otras edificaciones contiguas estaban destruidas. Paulus paso junto a
    aquellas ruinas y descendio por una ancha rampa hasta el sotano. Mientras sus
    ayudantes improvisaban una central de comunicaciones, el general se retiro a
    un cubiculo separado por cortinas, en el cual habia un catre y se echo a
    descansar. Por una ventana enrejada entraba una luz palida que le iluminaba el
    rostro demacrado y barbado. En el cuartel central de la guardia, convertido en
    hospital, a km y medio al norte del Univermag, yacian heridos 3000 alemanes
    bajo un viento inclemente que se colaba por las horadadas paredes del
    edificio. Sin suficientes medicinas para atenderlos a todos, los medicos
    colocaban en la periferia a los soldados mas graves para que el frio acabara
    con ellos antes.
    La noche del 28 de enero los morteros rusos acribillaron de
    bombas el cuartel y lo incendiaron. Las paredes del hospital se tornaron de
    color rojo cereza, luego se combaron hacia afuera y se desplomaron sobre la
    calle secciones enteras. Por las brechas abiertas, varios testigos vieron
    horrorizados a los pacientes que, enloquecidos, se arrancaban los vendajes en
    llamas. Al comprender que se acercaba su ultima hora, muchos soldados
    refugiados en los sotanos pedian pistolas y se suicidaban.
    Por fin, el 30 de enero, el comandante de la division 71 se
    presento a Paulus y le dijo: "La division ya no esta en condiciones de
    resistir. Los tanques rusos se aproximan al almacen. Ha llegado el fin"
    Paulus volvio a su catre; enfrente estaba sentado su ayudante, el coronel
    Wilhem Adam. Ninguno de los dos hablo durante un rato. Por fin Adam sugirio:
    "Mi general, ahora debe dormir. De otra manera no podra resistir la prueba de
    mañana". Poco despues de la medianoche Paulus se tendio a dormir un poco y
    Adam fue a ver al comandante de la 71 para preguntarle si habia novedades.
    "Un tanque rojo esta apostado cerca de aque, en una calle lateral. Nos esta
    apuntando con su cañon."

    El Fuhrer recurrio a un expediente mas para salvar algo del
    desastre. Repartio ascensos a granel sobre los principales jefes del Sexto
    ejercito; y la mas importante promocion fue la de Paulus, nombrado mariscal de
    campo. Ningun Feldmarschall germano se habia rendido jamas al enemigo, y
    Hitler esperaba que Paulus entendiese aquella insinuacion y se suicidara.
    Pero Paulus no lo hizo. Antes de que amaneciera, su interprete cruzo la oscura
    Plaza Roja y llego hasta el tanque ruso, en cuya torreta estaba el joven
    teniente Fyodor Yelchenko. Tras acordar el nombramiento de tres
    plenipotenciarios rusos, el grupo se dirigio al sotano de Univermag. Schmidt
    pidio que los rusos tratasen a Paulus como a un ciudadano particular y lo
    condujesen afuera en un automovil, para protegerlo de la venganza de los
    soldados del Ejercito Rojo. Yelchenko convino en ello. Los acompañaron despues
    hasta el cubiculo, donde el teniente se encontro cara a cara con Friedrich von
    Paulus. El ruso no perdio tiempo en formalidades. "Bueno, esto se ha acabado",
    dijo a manera de saludo. El desdichado mariscal de campo lo miro a los ojos y
    asintio tristemente con la cabeza.
    La batalla de Stalingrado habia concluido. En cinco meses de
    lucha el 99 por ciento de la ciudad quedo reducido a escombros. Mas de 41000
    viviendas, 300 fabricas, 113 hospitales y escuelas estaban en ruinas. Pero el
    precio en vidas humanas fue mucho mas alto, pues aquella batalla es la mas
    cruenta de la historia: alli murieron cerca de 2 millones de personas. Las
    bajas del Ejercito Rojo fueron de 750.000, contando muertos, heridos y
    desaparecidos. Las de los alemanes, aproximadamente 400.000. Los italianos
    perdieron 130.000 hombres; Hungria y Rumania casi 320.000 entre ambos. En
    cuanto a los civiles, un rapido censo revelo que, de mas de 500.000 habitantes
    que habia el verano anterior, quedaron apenas 1500. La mayoria murio en los
    primeros dias del ataque o huyo de la ciudad para refugiarse temporalmente en
    Asia. El porcentaje mayor de bajas de los soldados del Eje no se produjo en
    combate. Al rendirse el Sexto ejercito, los rusos hicieron mas de 500.000
    prisioneros, de los cuales murieron 400.000 en los meses siguientes. En muchos
    casos, los sovieticos los dejaron morir de hambre.
    Despues de Stalingrado los rusos marcharon inconteniblemente
    hacia el oeste, derecho a Berlin. La URSS inicio en el Volga el ascenso a su
    actual categoria de superpotencia. Para los alemanes, fue el episodio mas
    descorazonador de la guerra. El pesimismo comenzo a adueñarse de la mente de
    quienes gritaban Sieg Heil! en las concentraciones de masas de Hitler.
    Stalingrado fue el comienzo del fin del Tercer Reich.

    Este grandioso trabajo fue realizado en esta dirección: http://www.artrev.8k.com/0000000133.htm
     
    #5218
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  9. Daedalus

    Daedalus Cuevino Milenario

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    Esa página tiene un troyano panzer, no me la deja abrir jaja
     
    #5219
  10. Ciclón de Hojas

    Ciclón de Hojas Moonlight Ice Wizzard

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    A la mierda :|

    Gracias por el aviso, AVG, MCcomotellames.. dan asco.
     
    #5220

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